Page 233 - Frankenstein
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trolados vagaran por los jardines del paraíso, y
   llegaba a imaginar que amables y hermosas
   criaturas comprendían mis sentimientos y con-
   solaban mi tristeza, mientras sus rostros angeli-
   cales sonreían alentadoramente. Pero todo era
   un sueño. Ninguna Eva calmaba mis pesares ni
   compartía mis pensamientos ––¡estaba solo!––.
   Recordaba la súplica de Adán a su creador.
   Pero ¿dónde estaba el mío? Me había abando-
   nado y, lleno de amargura, lo maldecía.
     Así  transcurrió  el  otoño.  Vi,  con  pesar  y  sor-
   presa, cómo las hojas amarillearon y cayeron, y
   cómo la naturaleza volvía a tomar el aspecto
   triste y desolado que tenía cuando por primera
   vez  vi  los  bosques  y  la  hermosa  luna.  Mas  no
   me incomodaban los rigores del tiempo; por mi
   constitución me adaptaba mejor al frío que al
   calor. Pero me entristecía perder las flores, los
   pájaros y todo el engalanamiento que trae con-
   sigo el verano, y que había supuesto para mí un
   gran motivo de placer. Cuando me vi privado
   de esto, me dediqué con mayor atención a mis
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