Page 238 - Frankenstein
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––No, son franceses. Pero cambiemos de con-
   versación. Soy una criatura desamparada y so-
   la;  miro  a  mi  alrededor  y  no  encuentro  bajo  la
   capa del cielo amigo o pariente alguno. Estas
   bondadosas gentes hacia quienes me dirijo sa-
   ben poco de mí y ni siquiera me conocen. Estoy
   lleno de temores, pues, si me fallan, me conver-
   tiré en un desgraciado para el resto de mi vida.
     ––No desespere. Cierto que es una desgracia
   el hallarse sin amigos, pero el corazón de los
   hombres,  cuando  el  egoísmo  no  los  ciega,  está
   repleto de amor y caridad. Confíe y tenga espe-
   ranza, y si sus amigos son bondadosos y carita-
   tivos, no tiene nada que temer.
     ––Son muy amables; no puede haber personas
   mejores en el mundo, pero por desgracia rece-
   lan de mí aunque mis intenciones son buenas.
   Nunca he hecho daño a nadie, por el contrario,
   siempre he tratado de aportar mi ayuda. Pero
   un prejuicio fatal los obnubila, y en lugar de ver
   en mí a un amigo lleno de sensibilidad me con-
   sideran un monstruo detestable.
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