Page 236 - Frankenstein
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placer, pero a medida que proseguía tañendo
   fue adquiriendo un aspecto apesadumbrado y
   absorto; finalmente, dejando el instrumento a
   un lado, se sumió en la reflexión.
     Mi corazón latía con violencia. Había llegado
   el momento de mi prueba, el momento que
   afianzaría mis esperanzas o confirmaría mis
   temores. Los criados habían ido a una feria ve-
   cina. La casa y sus alrededores se hallaban en
   silencio; era la ocasión perfecta, mas, cuando
   quise ponerme en pie, me fallaron las piernas y
   caí al suelo. De nuevo me levanté y, haciendo
   acopio de todo mi valor, retiré las maderas que
   había colocado delante del cobertizo para ocul-
   tar mi escondite. El aire fresco me animó, y con
   renovado valor me acerqué a la puerta de la
   casa y llamé con los nudillos.
     ––¿Quién es: ––preguntó el anciano, añadien-
   do en seguida––: ¡Adelante!
     Entré.
     ––Perdóneme usted ––dije––, soy un viajero
   en  busca  de  un  poco  de  reposo.  Me  haría  un
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