Page 360 - Frankenstein
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––¿Estás, acaso, enamorado de otra persona?
––preguntó.
––En modo alguno le respondí—. Quiero a
Elizabeth, y deseo nuestra boda. Por tanto, fi-
jemos el día; en él me consagraré, vivo o muer-
to, a la felicidad de mi prima.
––Mi querido Víctor, no hables así. Han caído
sobre nosotros grandes desgracias; pero esto
debe servir para unirnos aún más a lo que nos
queda, y volcar sobre los que viven el amor que
sentíamos por aquellos que ya no están con
nosotros. Nuestro círculo será reducido, pero
fuertemente ceñido por los lazos del afecto y los
sufrimientos comunes. Y cuando el tiempo
haya limado tu desesperación, nacerán nuevos
y queridos seres que reemplazarán aquellos que
nos han sido arrebatados de forma tan cruel.
Estos eran los consejos de mi padre, pero no
conseguía apartar de mí el recuerdo de aquella
amenaza. Tampoco es de extrañar que, omnipo-
tente como se había mostrado aquel infame
demonio en sus sanguinarias acciones, yo lo