Page 396 - Frankenstein
P. 396
tantes heladas garantizaban la solidez de las
sendas del mar.
A juzgar por la cantidad de provisiones con-
sumidas, debían haber transcurrido tres sema-
nas. Más de una vez, la continua demora en
alcanzar lo que tanto deseo, esperanza que me
acompaña siempre, me arrancaba lágrimas de
dolor. En una ocasión la desesperación casi se
adueñó de mí, y estuve a punto de sucumbir;
los pobres animales que me arrastraban habían
alcanzado con esfuerzo increíble la cima de una
montaña, muriendo uno de ellos de fatiga, y yo
contemplaba con angustia la inmensidad del
hielo ante mí, cuando de pronto divisé un mi-
núsculo punto oscuro en la distancia. Agudicé
la vista para adivinar lo que era, y prorrumpí
en una jubilosa exclamación al distinguir un
trineo y las deformes proporciones de aquella
figura tan conocida. ¡Con qué ardor volvió la
esperanza a mi corazón! Cálidas lágrimas bro-
taron de mis ojos, aunque las enjuagué con ra-
pidez para que no me hicieran perder de vista