Page 56 - Frankenstein
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Llegó  por  fin  el  día  de  mi  marcha.  Me  había
   despedido de todos mis amigos menos Clerval,
   que pasó la última velada con nosotros. Lamen-
   taba profundamente no acompañarme, pero su
   padre se resistió a dejarlo partir. Tenía la inten-
   ción  de  que  su  hijo  lo  ayudara  en  el  negocio,  y
   seguía su teoría favorita de que los estudios
   resultaban superfluos en la vida diaria. Henry
   tenía una mente educada; no era su intención
   permanecer ocioso ni le disgustaba ser el socio
   de su padre, sin embargo creía que se podría
   ser muy buen negociante y no obstante ser una
   persona culta.
     Estuvimos hasta muy tarde escuchando sus
   lamentaciones y haciendo múltiples pequeños
   planes para el futuro. Las lágrimas asomaban a
   los ojos de Elizabeth, lágrimas ante mi partida y
   ante el pensamiento de que mi marcha debía
   haberse producido meses antes y acompañada
   de la bendición de mi madre.
     Me dejé caer en la calesa que debía transpor-
   tarme, y me embargaron los pensamientos más
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