Page 163 - Vuelta al mundo en 80 dias
P. 163
Phileas Fogg, sin sospecharlo, había ganado un día en su itinerario; y esto porque había
dado la vuel-ta al mundo yendo hacia Oriente, pues lo hubiera per-dido yendo en sentido
inverso, es decir, hacia Occi-dente.
En efecto, marchando hacia Oriente, Phileas Fogg iba al encuentro del sol, y por
consiguiente, los días disminuían para él tantas veces cuatro minutos como grados recorría.
Hay 360 grados en la circunferencia, los cuales, multiplicados por cuatro minutos, dan
pre-cisamente veinticuatro horas, es decir, el día incons-cientemente ganado. En otros
términos: mientras que Phileas Fogg, marchando hacia Oriente, vio el sol pasar ochenta
veces por el meridiano, sus colegas de Londres no lo habían visto más que setenta y nueve.
Por eso aquel mismo día, que era sábado, y no domin-go, como lo creía mister Fogg, lo
esperaban los de la apuesta en el salón del Reform Club. Y esto es lo que el famoso reloj
de Picaporte, que siempre había con-servado la hora de Londres, hubiera acusado, si al
mismo tiempo que las horas y minutos hubiese marca-do los días.
Phileas Fogg había ganado, pues, las veinte mil libras; pero, como había gastado en el
camino unas diez y nueve mil, el resultado pecuniario no era gran cosa. Sin embargo, como
se ha dicho, el excéntrico gentleman no había buscado en esta apuesta más que la lucha y
no la fortuna. Y aun distribuyó las mil libras que le sobraban entre Picaporte y el
desgracia-do Fix, contra quien era incapaz de conservar rencor. Sólo que, para formalidad,
descontó a su criado el precio de las mil novecientas horas de gas gastado por su culpa.
Aquella misma noche, mister Fogg, tan impasi-ble y tan flemático como siempre dijo a
mistress Aouida:
¿Os conviene aún el casamiento, señora?
Mister Fogg respondió mistress Aouida , a mí es a quien toca haceros la pregunta.
Estabais arrui-nado, y ya sois rico...
Dispensad, señora, esa fortuna os pertenece. Sin la idea de ese matrimonio, mi criado no
habría ido a casa del reverendo Samuel Wilson, no se hubiera des-cubierto el error, y...
Mi querido Fogg dijo la joven.
Mi querida Aouida respondió Phileas Fogg.
Bien se comprende que el casamiento se hizo cua-renta y ocho horas más tarde; y
Picaporte, engreído, resplandeciente, deslumbrador, figuró en él como tes-tigo de la novia.
¿No la había él salvado y no le debía esa honra?
Al día siguiente, al amanecer Picaporte llamó con estrépito a la puerta de su amo.
La puerta se abrió y apareció el impasible ca-baltero.
¿Qué hay, Picaporte?