Page 92 - Vuelta al mundo en 80 dias
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Shangai...
El piloto estuvo algunos momentos sin compren-der lo que significaba esta respuesta, y lo
que encerra-ba de obstinación y de tenacidad. Después exclamó:
¡Pues bien, sí! Vuestro Honor tiene razón. ¡A Shangai!
Y la dirección de la "Tankadera" se mantuvo deno-dadamente hacia el Norte.
¡Noche ciertamente terrible! Fue un milagro que la goleta no volcase. Dos veces se vio
comprometida, y todo hubiera desaparecido de cubierta, a no mante-nerse firmes las
trincas. Aouida estaba destrozada, pero no exhaló queja alguna. Más de una vez tuvo
mis-ter Fogg que acudir a ella para protegerla contra la vio-lencia de las olas.
Al asomar el día, la tempestad se desencadenaba todavía con extraordinario furor. Sin
embargo, el viento volvió al Sureste. Era una modificación favorable, y la "Tankadera" hizo
rumbo de nuevo en aquel mar bravío, cuyas olas se estrellaban entonces con las producidas
por la nueva dirección del viento. De aquí el choque de marejadas encontradas, que hubiera
desmantelado una embarcación construída con menos solidez.
De vez en cuando, se divisaba la costa, por entre las rasgadas brumas, pero ni un solo buque
a la vista. La "Tankadera" era la única que se aguantaba a la mar.
A mediodía, hubo algunos síntomas de calma, que, con el descenso del sol en el horizonte,
se pronuncia-ron con más decisión.
La corta duración de la tempestad se debió a su misma violencia. Los pasajeros,
completamente que-brantados, pudieron comer algo y tomarse algún des-canso.
La noche fue relativamente apacible. El piloto hizo restablecer sus velas en bajos rizos. La
velocidad de la embarcación era considerable. Al amanecer del 11, reconocida la costa,
aseguró John Bunsby que Shangai no distaba cien millas.
No quedaba más que aquella jornada para andar esas cien millas. Aquella misma tarde
debía llegar mister Fogg a Shangai, si no quería faltar a la salida del vapor de Yokohama. A
no estallar la tempestad, durante la cual perdió muchas horas, hubiera estado en aquel
momento a treinta millas del puerto.
La brisa amainaba sensiblemente, y la mar se calmaba al propio tiempo. La goleta se cubrió
de trapo. Cuchillos, velas de estay, contrafoque, en todo hacía presa el viento, levantando
espuma en el mar la roda.
A mediodía, la "Tankadera" no estaba a más de cuarenta y cinco millas de Shangai. Le
faltaban seis horas para llegar al puerto, antes de la salida del vapor de Yokohama.