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El fantasma



                             de canterville






                   TexTo: Oscar Wilde, adaptación
                  IlusTracIón: Josel



               Cuando el señor Otis, ministro de Estados Unidos, adquirió
               el castillo de Canterville, todo el mundo le dijo que cometía
               un grave error, pues aquel castillo estaba embrujado.
               Incluso el señor Canterville se lo advirtió cuando trataron
               las condiciones de compra-venta.
                   —Mi familia y yo —dijo el señor Canterville— nos
               hemos negado a vivir allí desde hace mucho tiempo.

               Es mi deber advertirle que el fantasma ha sido visto por
               todos nosotros.
                   —Señor Canterville —contestó el ministro sonriendo—
               compraré el castillo con todo y fantasma por el mismo
               precio. Soy un hombre moderno y estoy seguro de que
               si queda todavía un auténtico fantasma, algún jovencito
               de mi país lo atrapará para colocarlo en uno de nuestros
               museos o exhibirlo como un fenómeno de feria.
                   —El fantasma sí existe —insistió el señor Canterville—

               hace más de tres siglos que se le conoce.
                   —¡Bah! Los fantasmas no existen —contestó el señor Otis.
                   —Bueno, si a usted le gusta tener un fantasma en casa,
               ¡qué mejor!; sólo recuerde que yo lo previne —concluyó el
               señor Canterville.
                   Después de unas semanas se cerró el trato, y el señor
               Otis y su familia se mudaron al castillo.









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