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—La  vuelta  al  mundo  en  ochenta  días  —leyó  Cloe—.  ¡Julio  Verne!  Es  un  libro  de  Julio  Verne.
            ¿Estamos en su casa?

            —Sí, vivió aquí bastantes años.
            —¡Qué ilusión! —exclamó Cloe mientras correteaba de un lado para otro—. Cada vez que pienso que
            no puedes sorprenderme más, lo haces de nuevo.
            —Cierto —dijo François con rostro burlón—. Anda, recobra fuerzas con esta confitura de remolacha
            de la región. Cuando estés lista, prepárate para una fantástica despedida.



            Cloe  saboreó  la  confitura  y  llegó  a  la  conclusión  de  que  todos  los  alimentos  de  este  país  estaban
            exquisitos. ¡Qué pena que el Poulbot no pudiese probarlos! Decidió no decirle nada, no quería hacerlo

            sufrir.


            —¿Ya estoy lista?
            —¿Te resultan familiares los nombres de René Goscinny y Albert Uderzo?
            —No, ¿son amigos tuyos?

            —Son amigos de todos los niños y niñas, ahora verás porqué.


            Cloe miró a su alrededor, y lo que vio la llenó de entusiasmo, alegría y miles de emociones más.



            —¡Astérix! ¡Obélix! ¡Su parque!
            —Sí, esos señores inventaron estos personajes. ¡Ahora vamos a disfrutar un rato!


            Ambos recorrieron el parque y se encontraron a los personajes del cómic: Astérix, Obélix, Julio César,

            Panorámix…Idéafix olfateó a François: tal vez los perros tengan un sexto sentido. Cloe se acercó a
            tocar al animal.
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