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una distancia de 32 km. El análisis definitivo de los datos se pu-
        blicó en mayo de 2011, cuando el director del proyecto, Francis
        Everitt, de la Universidad de Stanford,  anunció:  «Hemos con-
        cluido este experimento trascendental que pone a prueba el uni-
        verso de Einstein. Y Einstein sobrevive».
            Un siglo después de su alumbramiento, las sutilezas de la re-
        latividad han penetrado en nuestro día a día. Los dispositivos con
        GPS determinan su ubicación conjugando los datos que reciben
        de un puñado de satélites. Para que la información sea precisa, los
        relojes en órbita y los relojes terrestres deben hallarse en sincro-
        nía. Si se quiere afinar la posición por debajo de los 30 m, se deben
        tener en cuenta dos correcciones relativistas. Hay que achacar un
        retraso a la relatividad especial ( de 7 µs ), causado por la velocidad
        del satélite, y un adelanto a la general (de 45 µs),  debido a que el
        tiempo transcurre más deprisa a medida que disminuye la intensi-
        dad de un campo gravitatorio ( efecto inverso al retraso que ori-
        gina el desplazamiento hacia el rojo). La gravedad es más débil a
        20 000 km de altura, donde residen los satélites, que en la superfi-
        cie. Estos desfases se cancelan en nuevos sistemas de posiciona-
       miento, que incorporan a la red estaciones terrestres.
           El mayor sobresalto para la relatividad, hasta la fecha, sobre-
       vino con el anuncio en septiembre de 2011 de una supuesta infrac-
       ción del  límite  superior de  velocidad de  la luz.  Los  neutrinos
       generados en un acelerador del CERN, cerca de Ginebra, cruzaron
       la corteza terrestre hasta los detectores enterrados bajo el pico
       más alto de los Apeninos, el Gran Sasso, a unos 100 km de Roma.
       Tras completar sus cálculos, los responsables del experimento
       llegaron a la conclusión de que se habían presentado 60 ns antes
       de lo previsto. La noticia fue anunciada con mucha cautela y reci-
       bida con mayor escepticismo, sobre todo después de que se loca-
       lizara una mala conexión en el mecanismo de sincronización entre
       los relojes del CERN y el Gran Sasso. En junio de 2012 se confirmó
       que la anticipación de las partículas había sido un espejismo.
           Aun en el supuesto de que los neutrinos hubieran abierto una
       brecha por la que atisbar la nueva física, los efectos relativistas no
       se habrían desvanecido. Otros experimentos del CERN han con-
       firmado el entramado fundamental de la teoría con un grado de





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