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ofreciera un premio a quien demostrara experimentalmente que
la teoría de Maxwell era correcta. Hoy, su enfoque del problema
del electromagnetismo se ha convertido en la manera en que los
físicos estudian el resto de las fuerzas fundamentales de la natu-
raleza, y junto con su trabajo sobre la cinética de los gases abrió
las puertas a las dos grandes revoluciones científicas del siglo xx:
la relatividad y la teoría cuántica.
Solo esto bastaría para que su nombre apareciera con bri-
llantes luces de neón en la historia de la ciencia. Sin embargo,
Maxwell hizo mucho más. Fue el primero en establecer una teoría
cuantitativa del color y explicó cómo se podía generar cualquier
luz de cualquier color a partir de tres primarios -el rojo, el verde
y el azul-, cosa que comprobamos todos los días al encender la
televisión; hizo la primera fotografía en color de la historia; de-
mostró que los anillos de Saturno están formados por miríadas de
aerolitos; introdujo los métodos estadísticos en la física creando
toda una nueva disciplina que recibe el nombre de, a la sazón,
física estadística, que se ocupa del estudio de la materia; puso las
bases de la teoría cinética de los gases, que explica el comporta-
miento de un gas a partir del movimiento de las moléculas que lo
componen, y relacionó la velocidad y la energía que transporta
cada partícula con sus propiedades macroscópicas, como la tem-
peratura o la presión; y también colaboró en el diseño y fue el
primer director del laboratorio Cavendish de la Universidad de
Cambridge, el centro que, en la actualidad, atesora el mayor nú-
mero de premios Nobel. Por todo ello, Maxwell es merecedor de
subir al podio de la física junto con Newton y Einstein, aunque
muy pocas personas conozcan su nombre y su hazaña intelectual.
Sorprendentemente, una de las mentes más perspicaces del
siglo XIX no recibió el reconocimiento que merecía en su propio
país. Nadie es profeta en su tierra. Solo le fueron concedidos dos
galardones en su vida: la medalla Rumford de la Royal Society de
Londres y la Keith de la Royal Society de Edimburgo. Y el trabajo
por el que se le reconoció el mé1ito fue por el realizado sobre la
visión de los colores. Este olvido se ha mantenido en el tiempo.
Cuando la Royal Society de Londres celebró en 1960 el tricentena-
rio de su creación, la reina Isabel asistió y en su discurso alabó el
INTRODUCCIÓN 9