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danos, especialmente la de los más desfavorecidos. Sin embargo,
sus logros corno economista y reformador social serían eclip-
sados casi por completo por sus logros científicos, a pesar de que
sus aportaciones en esos campos fueron tanto o más notables que
las que hizo en la química.
De entrada puede parecer sorprendente que un científico se
ocupe de ternas tan diversos, pero al acercarnos a sus escritos
vernos que todos sus trabajos eran producto de la misma mente,
cuyo objetivo era conocer lo mejor posible el mundo que le ro-
deaba, tanto el material corno el social, y, dentro de sus posibilida-
des, mejorarlo. En todos sus trabajos lo alumbró la luz de la razón
e intentó que los frutos de los mismos estuvieran limpios de toda
traza de prejuicios.
LAVOISIER ESCRITOR
Puede parecer extravagante, cuando menos, decir que un investigador conoci-
do por su aplicación rigurosa del método científico a todos los problemas que
abordó fue ante todo un escritor. Pero lo cierto es que Lavoisier fue un gran
escritor que con su erudición convenció a sus adversarios inventando primero
el lenguaje, después la ciencia. Lavoisier tenía un don de palabra innato que
perfeccionó a lo largo de su vida, aunque sobre todo lo desarrolló en su etapa
de estudiante de leyes, cuando aprendió la importancia de usar la palabra exacta
en cada situación; tal y como él mismo dijo en su Tratado elemental de química:
«Como son las palabras las que transmiten y preservan las ideas, una ciencia no
puede alcanzar la perfección si el lenguaje no se perfecciona primero. Por muy
ciertos que sean los hechos y muy ajustadas a la realidad las teorías, si no se
tiene un lenguaje apropiado con el que expresarlas se transmitirán impresiones
falsas». La descripción clara y precisa que hizo Lavoisier de los resultados de
sus experimentos cobra especial importancia si se compara con el lenguaje
críptico usado por los alquimistas y sus herederos, incluyendo al gran Newton.
Para apreciar sus dotes como escritor no hay más que leer alguno de sus textos;
el contraste con los escritos de sus contemporáneos o con los de Newton, es
enorme. Lo que Lavoisier escribió hace más de doscientos años sigue mante-
niéndose fresco. El resumen de los trabajos realizados por otros científicos con
anterioridad es ameno y preciso; la descripción de los experimentos es detallada
y, sin embargo, fácil de leer; sus conclusiones están bien justificadas. Lavoisier
conocía sin duda el valor de las palabras y las empleaba de forma magistral.
114 EL ESTADISTA