Page 117 - 29 Lavoisier
P. 117
el motivo de la inquina no eran solo las ir\justicias del sistema de
recaudación de impuestos, sino la venalidad de algunos de los
miembros de la institución, que a menudo tenían demasiada prisa
en recuperar las cantidades invertidas. Además, como el sistema
eximía a los nobles y al clero, terminaba asfixiando a los ciudada-
nos más desfavorecidos del Tercer Estado, que era el único sobre
el que recaía
Como miembro de distintos comités de la Ferme, tales como
los del tabaco, la sal, las exportaciones o el personal, hizo estu-
dios exhaustivos del funcionamiento de la institución en esos
campos y propuso reformas beneficiosas para cada uno de
ellos. Sin embargo, una de sus propuestas iba a salirle muy cara.
Cuando se hizo cargo del control de los impuestos de las mercan-
cías que se vendían en París comprobó que al menos una quinta
parte de las mismas evadían la fiscalidad, con el perjuicio que ello
significaba para los ingresos de la Ferme y para los comerciantes
que sí los pagaban, que trabajaban en inferioridad de condicio-
nes. Para atajar el problema, propuso construir una muralla con
el fin de controlar el acceso a la ciudad de bienes y personas.
Cuando Lavoisier ya no se ocupaba de esos impuestos, la
idea fue retomada por el ministro del momento, Colonne, que en-
cargó la construcción de la muralla al arquitecto Claude Nicolas
Ledoux. Este hizo un proyecto extravagante que costó 30 millones
de libras, cantidad posiblemente muy superior a la que se preten-
día recaudar. El resultado fue muy criticado y se señaló como
culpable a Lavoisier, que ni había diseñado la muralla ni había
tomado la decisión final de construirla. Se elijo que el muro pre-
tendía encerrar a los ciudadanos y que impedía que saliera el aire
enrarecido de la capital y entrara el aire fresco. Tan comentado
fue el asunto que hasta se inventó un ingenioso trabalenguas para
describirlo: Le mur mourant París, rend París murmurant ( «La
muralla que mata París, vuelve a París murmurante»). Para la per-
sona a la que se consideraba responsable de tal despropósito se
llegó a pedir incluso la horca. Aunque nadie ahorcó a Lavoisier
entonces, el hecho no fue olvidado, y años después sería uno de
los «crímenes» de los que lo acusaría Marat desde su periódico
L'Ami du Peuple.
EL ESTADISTA 117