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Introducción













      ¿Quién no ha oído hablar de los átomos? Hoy en día, muy pocos
      de nosotros. Estamos fanúliarizados con los átomos desde la es-
      cuela. Allí,  desde niños, se nos explica como algo natural que la
      materia puede «desmenuzarse» hasta alcanzar unas partículas mí-
      nimas. Y que esas partículas se unen entre sí para formar los dis-
      tintos compuestos más complejos. A los más simples los hemos
      dado en llamar moléculas. Y estas se combinan en agrupaciones
      mayores, y así sucesivamente una y otra vez hasta formar nuestro
      mundo macroscópico: minerales, vegetales, animales y nosotros
      mismos, la especie racional. Todo está formado por átomos. Ab-
      solutamente todo. Incluso pensamos con ellos.
          Si no supiéramos nada de todo esto,  y se nos planteara la
      cuestión de cómo se forma la materia y hasta dónde la podemos
      dividir, seguramente nos quedaríamos confundidos. ¿Son las di-
      minutas motas de polvo que vemos en el aire los elementos más
      pequeños que podemos partir? ¿De qué forma se pueden dividir y
      hasta qué punto? ¿Cómo se agrupan? ¿Qué mecanismos las man-
      tienen unidas? ¿Son todas iguales?
          Algunas de estas preguntas y muchas otras más de índole pa-
      recida se las plantearon en la Antigüedad los filósofos  griegos,
      quienes utilizaron la lógica para intentar buscar las respuestas
      más adecuadas. Algunos de  ellos propusieron una teoría «ato-
      mista»: todo está formado por partículas indivisibles, así que lo





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