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Durante una temporada, ambos se dedicaron a hacer algunas
gamberradas en la universidad. Rasetti y Fermi, junto con otros
compañeros, como Nello Garrara, se habían dedicado a colocar
cubos llenos de agua encima de alguna puerta entreabierta, a cau-
sar pequeñas explosiones en el laboratorio de química y a tirar
bombas fétidas en clase. Afortunadamente para Fermi, su profesor
de Física Experimental, Luigi Puccianti, un hombre tolerante que
supo relativizar aquellos actos, intervino en la comisión disciplina-
ria que se abrió, valoró ante la misma la capacidad intelectual de los
estudiantes y evitó su expulsión de la universidad.
Puccianti permitió el acceso libre a los laboratorios de inves-
tigación a Fermi, Rasetti y Garrara. El laboratorio de Puccianti
contaba con algunos equipos de espectroscopia y rayos X, que
serían fundamentales para los prin1eros trabajos experimentales
de Fermi y su posterior tesis doctoral.
«Los hombres deben aceptar que la ignorancia nunca
es mejor que el conocimiento.»
- ENRICO FERMI.
En 1920, Fermi estudió con detalle la que era considerada
«la Biblia de la física atómica», la obra del físico alemán Arnold
Sommerfeld (1868-1951) titulada Estructura del átomo y líneas
espectrales, y empezó a destacar en la universidad, donde sus pro-
fesores le reconocían como una eminencia en la teoría de Bohr-
Sommerfeld. El modelo atómico expuesto en 1913 por el físico
danés Niels Bohr estableció una distribución ordenada de los
electrones en torno al núcleo. Para Bohr, dentro de los átomos
los electrones se movían alrededor del núcleo en órbitas circula-
res o niveles cuánticos (n). La energía del electrón dependía de la
órbita en la que estuviera situado: cuanto más alejado del núcleo,
mayor sería su energía. Los radios de las órbitas y las energías de
los electrones solo podían tener ciertos valores cuantizados, y en
el caso del átomo de hidrógeno la energía sería aproximadamente
=_ 13,6 eV
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34 UN MUNDO DE FERMIONES