Page 132 - NUEVE MUJERES, LIDERAZGOS QUE INSPIRAN
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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
Fue en Antofagasta donde su padre instaló a su familia, para desarrollar lo que con el tiempo se transformó en un próspero emprendimiento, consistente en llevar ganado de a pie, desde la localidad argentina de Rafaela, primero hasta Chile y luego a Perú. Junto con exportar el producto a ese país, importaban de Colombia.
En esa ciudad del norte chileno vivió una infancia feliz, al borde del desierto y del mar, en un reino del sol propio, inspiración de los profetas, en un escenario indicado para educar la resiliencia, la austeridad, el vivir con poco, con lo justo, aprender a enfrentar el aislamiento, pero con una visión panorámica, muy homogénea, a partir un horizonte sin límites de accidentes geográficos, donde no existen cordilleras, ríos, lagos que distraigan la vista y el espíritu.
Un lugar que, en definitiva, es provincia, tranquilo, propicio para hacer intensa vida de familia, especialmente si, por ser emigrante, se carece de una familia extendida. Un sitio sin los lujos, los caprichos y las sofisticaciones de las grandes ciudades, donde la existencia va produciendo una cierta rigidez que impide cambiar creencias y valores muy arraigados, pero que se compensa con la espontaneidad y naturalidad de la vida sencilla.
Un lugar del que tiene los más bellos recuerdos, hasta el día de hoy, recogiendo estrellas de mar en la playa, en compañía de su hermana Marta. Con un padre que la adoraba, con el que tenía profunda sintonía, de misa diaria, de una formación intachablemente católica y una madre dueña de casa, que siempre quiso ser médico y que luchó con todas sus fuerzas para que sus dos hijas se radicaran algún día en Santiago y fueran grandes profesionales.
Su adolescencia transcurrió en un colegio de monjas, que permitía que los jesuitas del Colegio San Luis les otorgaran a las pupilas formación espiritual y donde varias veces fue presidenta de curso, demostrando desde muy joven sus dotes de líder.
En la ciudad de Antofagasta vivió en tres casas distintas hasta terminar en un barrio residencial, en la medida que el emprendimiento de su padre entregaba sus frutos. A los 16 años nacía su segundo hermano, Rodrigo, quien fue, más que un hermano, un hijo tanto de ella como de su hermana.
“Yo soy de origen humilde y mis padres apenas tuvieron educación básica, llegaron hasta sexta preparatoria. Mi papá se transformó en un buen empresario gracias a su notable inteligencia, a su empuje, a que era autodidacta, a su integridad a toda prueba, porque era un buen católico, que no transaba en los valores morales. Un ejemplo junto al que me formé. Yo tenía una gran química con él, era su regalona. Si mi padre no hubiera formado familia, habría sido un excelente sacerdote. Mi mamá era menos empujadora, pero nos inculcó la importancia de ser mujeres estudiosas”.
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