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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
El Presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, y el jerarca soviético, Leonid Brezhnev luego de la firma del segundo tratado de limitación de armas nucleares estratégicas SALT II, al término de cuatro días de conversaciones en la capital de la neutral Austria.
como necesario para evitar un holocausto nuclear. El Tratado obligaba a los soviéticos a destruir 250 unidades de misiles intercontinentales, aunque permitía a ambas partes seguir fabricando submarinos, bombarderos y misiles teledirigidos.
Se suponía que el acuerdo sería un precursor del proceso de desarme que llevaría a una nueva ronda de negociaciones, a Salt III, pero la verdad es que, pese a la pompa y fastuosidad del entorno, Salt II no convenció nunca a nadie. De hecho, el Congreso norteamericano se negó rotundamente a ratificarlo, porque los legisladores consideraron que constituyó un gran error, una gran debilidad norteamericana, que la Unión Soviética supo aprovechar, llevando más agua a su molino, en el sentido de acumular más y más poder.
Mientras el Ejecutivo norteamericano le seguía el juego a la URSS, Europa, más vieja y más sabia, comprendía que toda esa retórica de paz, de equilibrio de poder, de acuerdos, de la détente de Gromyko, del fin de la Guerra Fría, eran palabras vacías. Por eso a la OTAN no le tembló la mano cuando aprobó la
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