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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
  cansada, tanto de la tarea en el Ministerio de Justicia, como de la campaña. Pensaba que finalmente podría volver a hacer aquello que había dejado antes de entrar a servir en la arena pública, trabajar medio día y dedicarle más tiempo a algo que para mí es sagrado, la familia. Pero al día siguiente del triunfo, el ya Presidente Lagos recibió a las autoridades política y eclesiásticas y me invitó a mí al departamento donde vivía, que era tan chico que simplemente todos los asistentes no cabíamos sentados. Fue ahí donde el Jefe de Estado electo me pidió integrar su gabinete y me dio a elegir la cartera”, expresa Soledad Alvear.
Para decidir, pensó bastante en los desafíos que enfrentaba el país y dónde era más necesario su aporte. “Lo medité mucho; Chile precisaba reinsertarse en el mundo con la globalización, era una de las formas de fortalecer la nación. Si bien partimos con Frei con tratados de libre comercio con Canadá, Mercosur y con México, nos quedaban los grandes acuerdos, los que en definitiva iban a permitir acceder a los grandes mercados. Resultaba fundamental que Chile tuviera determinadas reglas para insertarse en el mundo, este pequeño territorio tenía que competir con las grandes potencias, con reglas claras y siempre avanzando. Sí, mi opción era el Ministerio de Relaciones Exteriores, no me interesaba ninguna otra Secretaría de Estado. Pronto volví a conversar con el Presidente, y él accedió. Estaba muy contento, porque sentía que le estaba cumpliendo al país, ya que durante toda la campaña trabajamos juntos y de alguna manera me veía como una garantía por la que muchos votaran por él”.
En ese sentido, la flamante ministra actuó según la máxima de Sir Winston Churchill, en su definición de hombre de Estado: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.
Para Soledad Alvear fue muy gratificante llegar al Ministerio de Relaciones Exteriores para impulsar los tratados de libre comercio que faltaban. “Cuando algo me gusta y me convenzo de que es para un bien superior, me entusiasmo ligerito y luego me dedico intensamente”. No fue grato, sin embargo, la extemporánea oposición que recibió del personal del Ministerio de Relaciones Exteriores, incluso de funcionarios que ocupaban posiciones importantes y que debían otorgarle su apoyo, en vez de restárselo.
Entonces decidió que sin respaldo su tarea fracasaría y empezó por ahí su tarea, creando confianza primero internamente. Comenzó a generar diálogos, a mantener informados al personal de la Cancillería, a hacerlos participar de los procesos más importantes, a involucrarlos al punto de que una mayoría comenzó a integrar dentro de sus vidas los objetivos de Soledad Alvear como propios. Una vez más tuvo que recurrir a todas sus habilidades sociales, su capacidad negociadora, su perseverancia, —las palabras de su padre “no hay nada imposible”, resonaban todo el tiempo en su cabeza, en los peores momentos— y su capacidad
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