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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
llevar adelante su misión que para ella era tarea fundamental y patriótica.
Pero movilizar a empleados del sector público a trabajar toda la noche, sin ninguna compensación económica no era fácil, pero hacerlo también formaba parte del trabajo de la ministra de Estado. Era ahí cuando Soledad Alvear, sacando lo mejor de su capacidad oratoria, les hacía ver la importancia de su contribución para el futuro del país, algo que también tocaba a los empresarios, todos los cuales trabajaban gratis y además compartían sus pizzas y refrescos con los negociadores para continuar con una tarea que estaba a punto de concluir.
Alrededor de las seis de la mañana y “con la adrenalina a mil, a punta de café”, como comenta Soledad Alvear, cumplieron con todos los objetivos. Esa noche resolvieron una cantidad de temas inconclusos, entre los cuales figuró el Efecto Golondrina, en las inversiones; las Normas del Banco Central y una multitud de temas agrícolas. Todo quedó terminado a la hora señalada, salvo un aspecto, que hizo caminar a la temeraria ministra de Relaciones Exteriores chilena por la cuerda floja, una vez más.
Después de esa larga noche, la secretaria de Estado regresó a su hotel, se duchó, tomó otra ración de un aromático café de grano y, luego de vuelta a la sede de la Unión Europea. A las siete de la mañana ya estaba sentada en un enorme salón en compañía del comisario Pascal Lamy, quien se mostraba muy satisfecho con el logro, ya que estaban a punto de cerrar el primero acuerdo entre la Unión Europea y un país sudamericano y el primero negociado por Chile con un socio comercial de esa envergadura.
“Me siento muy contento de que estemos concluyendo este acuerdo y agradecemos su esfuerzo, su perseverancia, Soledad”, —decía Pascual Lamy—, “pero nos queda un tema pendiente: el de las 20 millas, que hemos postergado hasta el final, porque es un tema político que debemos resolver de otra manera. Con todos los países con los que suscribimos acuerdos, nosotros como Unión Europea, lo hacemos considerando las 20 millas y no las 200 como ustedes están planteando”.
No fue un balde de agua fría, porque al término de la jornada anterior el tema había quedado listo para discutirse, de modo que Soledad Alvear estaba en guardia. Con esa síntesis de controlada agresividad, adaptabilidad, intransigencia, capacidad de comunicarse persuasivamente, en una mente muy bien estructurada, que sabe mantener su equilibrio, sin romper el ritmo de la negociación, la ministro arremetió. Con una frialdad asombrosa y un autocontrol que ya es casi legendario le respondió, sin que se le moviera un músculo de la cara, que aquello era intransable.
“Entonces, Soledad, olvidémonos del acuerdo; esto llega hasta aquí y se
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