Page 46 - Un Libro de Porqueria
P. 46
Ese mismo día, cuando practicábamos bateo en el patio, uno le pe-
go a la madre de Carlos con el bate, en el momento que salía para
traernos comida. (Fue un golpe suave, contenido)
Fue la única vez que “Estudié” algo con Carlitos.
Nunca más nos invitó a estudiar.
Te quiero amigo.
No sé qué materia era, pero estaba el Pulga Miceli, Dani Rodrí-
guez, Carlitos A y yo. La casa de Carlitos A, impecable. Llena de
cosas arriba de un mueble, al entrar (fotos, adornos, recuerdos) todo
bien ordenado. Una biblioteca y nosotros.
Uno leía, otro cebaba mates, otro tomaba apuntes y el cuarto bolu-
deaba. Todos nos turnábamos. Cuando yo estaba libre, me gustaba
desordenarle la repisa solo para verle la cara de sufrimiento.
Odiaba distraerse cuando leía
(Luego Carlitos A en su turno de libertad, lo ordenaba todo, tal
cual).
Dani hacia caras o gestos, como siempre, como si supiera, como
afirmando.
Pero “El Pulga” hizo algo más.
No sé donde encontró, un pomito de silocaína y cuando le toco es-
tar a cargo del mate, le paso a la punta de la bombilla.
En cada vuelta, le agregaba un poco.
A la cuarta vuelta dice Dani “O se ue ay. O shiento a oca”.
Carlitos “A mie asha o mismo”.
El Pulga se revolcaba por el piso de la risa, estábamos todos con
los labios dormidos y la baba colgando.