Page 44 - Un Libro de Porqueria
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Fue en ese instante eterno, que le agarre la calva cabeza a Spinoz-
za, mientras olía mi pecho y le di un beso en la pelada. El chuick se
escuchó de punta a punta.
Si, fue un instante eterno, en el cual esperé el sopapo de Spinozza y
sobrevino sin embargo la carcajada del cura y del resto. Gustavo
Rossi lloraba de la risa, el cura, aplaudía.
Nunca vi a un hombre sonrojarse tanto, parecía un tomate. Fue al-
go increíble.
Repetía una y otra vez, con la boca entrecerrada “Me cagaste bien,
que bien que me cagaste!!”. El regreso de Tandil fue solo risas…
Cuando entré al aula para rendir gimnastica III Spinozza me echó,
me dijo “Yo no te tomo” (Ni buen día me dijo). Me llamo Rossi para
amortiguar la situación, pero al mirarme empezó a llorar de risa
nuevamente.
Saque un 8.
Nunca rendí.