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Hacer este escrito no es nada fácil, es que ¿cómo voy a poner lo mejor de estos 14
años en casi media página de Word? Además, están los agradecimientos que no
pueden faltar –¡jajaja!– . Por esta razón, solo voy a decir un par de cosas que tengo que
expresar y que voy a leer en 30 años, si Dios quiere.
Estoy inmensamente agradecido con todo lo que es el colegio San Ignacio, porque
luego de vivir todos estos años en este excelente lugar, puedo decir que me llevo
amigos, experiencias inolvidables como las idas trotando al colegio, los ventiladores
que se caían en medio de una explicación, las risas en todos los almuerzos con los
cocineros y más experiencias que recordaré con mucho agrado. Después de este
largo recorrido, solo queda agradecerles a los que me ayudaron a hacer esto posible:
gracias infinitas a mi papá, mi mamá, mi hermana y Annier, que fueron los que siempre
estuvieron para mí, para apoyarme. También le doy gracias a todos los profesores que
me dejaron enseñanzas más allá de las académicas, profes que hicieron de sus clases
un espacio agradable donde no solo se aprendía, sino que también se pasaba bueno,
clases como las de John F. (Q.E.P.D), Carlitos, Giselle, Mauro Amézquita y demás profes
excepcionales. Otros que se merecen mi agradecimiento son todos mis amigos, que
me apoyaron en todo este proceso. Ellos fueron los que me hacían sentir bien y moti-
vaban día a día para seguir esforzándome en el colegio. Y no podía dejar a un lado al
que más me ayudó en este proceso y al que siempre estuvo conmigo: ese es Dios.
Justo en este momento de la vida es donde uno verdaderamente logra entender que
todo lo que se hizo, se vivió y se sufrió valió la pena, porque esta fue una etapa increíble
que lamentablemente no se repetirá; y como dice la frase, uno no sabe lo que tiene
hasta que lo pierde, uno no valora lo que es verdaderamente el colegio hasta que se ve
próximo a graduarse. Y, pues bueno…, se terminó esta gran etapa, F.