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Durante toda mi vida, lo único que pasaba por mi mente eran las ganas de
crecer, llegar a la universidad y poder ser un adulto para hacer todo lo que
quisiera y así tener más libertad en mis decisiones. Reclamaba a mí mismo y a
los demás por lo lento que pasaba el tiempo y siempre me quejaba. Pero
ahora que ya estoy a punto de graduarme y veo todo lo que he dejado atrás o
todo lo que he vivido en mis 16 años, pienso que la vida es muy fugaz; todos
los momentos que pasamos, ahora más que nunca, puedo decir que son
únicos, pues ocasiones como estas no se repiten. Sé que soy muy joven para
decir que la vida es corta, pero, por suerte, pude darme cuenta de esta reali-
dad a temprana edad para así, no seguir desperdiciando el tiempo y disfrutar
de cada etapa de la vida. Estoy agradecido por los momentos que pasé con
mis amigos, pues nos hemos acompañado desde quinto grado y, desde
entonces, nos hemos reído en cada descanso que teníamos en el colegio,
dejando anécdotas que contar y recuerdos que vivirán siempre en mi memo-
ria. Para ser honesto, aunque tengamos un plan definido, no sabemos qué
pueda pasar en un futuro… Pero lo que tengo seguro, son las ganas de tener
una vida de la cual, cuando llegue a una alta edad, pueda estar orgulloso de
ella y de poder decir que viví feliz. Estoy seguro de que muchas personas de
esta promoción salen con ganas de prosperar y tener éxito en la vida y yo me
incluyo en ellas, pero por lo que debemos optar realmente es por contribuir
con las cualidades que tiene cada uno para hacer de este un mejor mundo.