Page 13 - ¿Quién se ha llevado mi queso?
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La narración

                                       ¿Quién se ha llevado mi queso?






           Erase una vez, hace mucho tiempo, en un país muy lejano, vivían cuatro pequeños
           personajes  que  recorrían  un  laberinto  buscando  el  queso  que  los  alimentara  y  los
           hiciera sentirse felices.
               Dos de ellos eran ratones y se llamaban «Fisgón» y «Escurridizo», y los otros dos

           eran liliputienses, seres tan pequeños como los ratones, pero cuyo aspecto y forma de
           actuar se parecía mucho a las gentes de hoy día. Se llamaban «Hem» y «Haw».
               Debido  a  su  pequeño  tamaño,  sería  fácil  no  darse  cuenta  de  lo  que  estaban
           haciendo los cuatro. Pero si se miraba con la suficiente atención, se descubrían las

           cosas más extraordinarias.
               Cada  día,  los  ratones  y  los  liliputienses  dedicaban  el  tiempo  en  el  laberinto  a
           buscar su propio queso especial.
               Los ratones, Fisgón y Escurridizo, que sólo poseían simples cerebros de roedores,

           pero muy buen instinto, buscaban un queso seco y duro de roer, como suelen hacer
           los ratones.
               Los dos liliputienses, Hem y Haw, utilizaban su cerebro, repleto de convicciones
           y  emociones,  para  buscar  una  clase  muy  diferente  de  Queso,  con  mayúscula,  que

           estaban convencidos los haría sentirse felices y alcanzar el éxito.
               Por  muy  diferentes  que  fuesen  los  ratones  y  los  liliputienses,  tenían  algo  en
           común:  cada  mañana,  se  colocaban  sus  atuendos  y  sus  zapatillas  de  correr,
           abandonaban sus diminutas casas y se ponían a correr por el laberinto en busca de su

           queso favorito.
               El  laberinto  estaba  compuesto  por  pasillos  y  cámaras,  algunas  de  las  cuales
           contenían un queso delicioso. Pero también había rincones oscuros y callejones sin
           salida  que  no  conducían  a  ninguna  parte.  Era  un  lugar  donde  cualquiera  podía

           perderse con suma facilidad.
               No  obstante,  el  laberinto  contenía  secretos  que  permitían  disfrutar  de  una  vida
           mejor a los que supieran encontrar su camino.
               Los ratones, Fisgón y Escurridizo, utilizaban el sencillo método de tanteo para

           encontrar el queso. Recorrían un pasadizo y, si lo encontraban vacío, se daban media
           vuelta  y  recorrían  otro.  Recordaban  los  pasadizos  donde  no  había  queso  y,  de  ese
           modo, pronto empezaron a explorar nuevas zonas.
               Fisgón utilizaba su magnífica nariz para husmear la dirección general de donde

           procedía  el  olor  del  queso,  mientras  que  Escurridizo  se  lanzaba  hacia  delante.  Se
           perdieron  más  de  una  vez,  como  no  podía  ser  de  otro  modo;  seguían  direcciones
           equivocadas  y  a  menudo  tropezaban  con  las  paredes.  Pero  al  cabo  de  un  tiempo
           encontraban el camino.




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