Page 14 - ¿Quién se ha llevado mi queso?
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Al igual que los ratones, Hem y Haw, los dos liliputienses, también utilizaban su
           capacidad para pensar y aprender de experiencias del pasado. No obstante, se fiaban
           de  su  complejo  cerebro  para  desarrollar  métodos  más  sofisticados  de  encontrar  el
           Queso.

               A  veces  les  salía  bien,  pero  en  otras  ocasiones  se  dejaban  dominar  por  sus
           poderosas  convicciones  y  emociones  humanas,  que  nublaban  su  forma  de  ver  las
           cosas.
               Eso hacía que la vida en el laberinto fuese mucho más complicada y desafiante.

               A pesar de todo, Fisgón, Escurridizo, Hem y Haw terminaron por encontrar el
           camino hacia lo que andaban buscando. Cada uno encontró un día su propia clase de
           queso al final de uno de los pasadizos, en el depósito de Queso Q.
               Después  de  eso,  los  ratones  y  los  liliputienses  se  ponían  cada  mañana  sus

           atuendos para correr y se dirigían al depósito de Queso Q. Así, no tardaron mucho en
           establecer cada uno su propia rutina.
               Fisgón y Escurridizo continuaron levantándose pronto cada día para recorrer el
           laberinto, siguiendo siempre la misma ruta.

               Una vez llegados a su destino, los ratones se quitaban las zapatillas de correr, las
           ataban juntas y se las colgaban del cuello, para poder utilizarlas de nuevo con rapidez
           en cuando las necesitaran. Por último, se dedicaban a disfrutar del queso.
               Al principio, Hem y Haw también se apresuraban cada mañana hacia el depósito

           de Queso Q, para disfrutar de los jugosos nuevos bocados que los esperaban.
               Pero, al cabo de un tiempo, los liliputienses establecieron una rutina diferente.
               Hem y Haw se levantaban cada día un poco más tarde, se vestían con algo más de
           lentitud y, en lugar de correr, caminaban hacia el depósito de Queso Q. Después de

           todo, ahora ya sabían dónde estaba el Queso y cómo llegar hasta él.
               No tenían la menor idea de dónde provenía el Queso ni de quién lo ponía allí.
               Simplemente, suponían que estaría donde esperaban que estuviese.

               Cada  mañana,  en  cuando  llegaban  al  depósito  de  Queso  Q,  se  instalaban
           cómodamente, como si estuvieran en su casa. Colgaban los atuendos de correr, se
           quitaban  las  zapatillas  y  se  ponían  las  pantuflas.  Ahora  que  habían  encontrado  el
           Queso empezaban a sentirse muy cómodos.
               —Esto es fantástico —dijo Hem—. Aquí hay Queso suficiente para toda la vida.

               Los liliputienses se sentían felices; tenían la sensación de haber alcanzado el éxito
           y creían estar seguros.
               Hem y Haw no tardaron en considerar que el Queso encontrado en el depósito de

           Queso  Q  era  de  su  propiedad.  Allí  había  tantas  reservas  de  Queso  que  finalmente
           trasladaron sus hogares para estar más cerca y crear su vida social alrededor de ese
           lugar.
               Para sentirse todavía más cómodos, Hem y Haw decoraron las paredes con frases
           y hasta dibujaron imágenes del Queso a su alrededor, lo que los hacía sonreír. Una de

           aquellas frases decía:



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