Page 16 - ¿Quién se ha llevado mi queso?
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A veces, Hem y Haw invitaban a sus amigos para que contemplaran su montón de
Queso en el depósito de Queso Q, lo mostraban con orgullo y decían: «Bonito Queso,
¿verdad?». Algunas veces lo compartían con sus amigos. Otras veces no.
—Nos merecemos este Queso —dijo Hem, al tiempo que tomaba un trozo fresco
y se lo comía—. Sin duda tuvimos que trabajar duro y durante mucho tiempo para
encontrarlo.
Después de comer, Hem se quedó dormido, como solía sucederle.
Cada noche, los liliputienses regresaban lentamente a casa, repletos de Queso, y
cada mañana volvían a buscar más, sintiéndose muy seguros de sí mismos.
Así se mantuvo la situación durante algún tiempo.
Poco a poco, la seguridad que Hem y Haw tenían en sí mismos se fue
convirtiendo en la arrogancia propia del éxito. Pronto se sintieron tan sumamente a
gusto, que ni siquiera se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo.
Por su parte, fisgón y Escurridizo continuaron con su rutina a medida que pasaba el
tiempo. Cada mañana llegaban temprano, husmeaban, marcaban la zona e iban de un
lado a otro del depósito de Queso Q, comprobando si se había producido algún
cambio con respecto a la situación del día anterior. Luego, se sentaban tranquilamente
a roer el queso.
Una mañana llegaron al depósito de Queso Q y descubrieron que no había queso.
No se sorprendieron. Desde que Fisgón y Escurridizo empezaron a notar que la
provisión de queso disminuía cada día que pasaba, se habían preparado para lo
inevitable y supieron instintivamente qué tenían que hacer.
Se miraron el uno al otro, tomaron las zapatillas de correr que llevaban atadas y
convenientemente colgadas del cuello, se las pusieron en las patas y se anudaron los
cordones.
Los ratones no se entretuvieron en analizar demasiado las cosas.
Para ellos, tanto el problema como la respuesta eran bien simples. La situación en
el depósito de Queso Q había cambiado. Así pues, Fisgón y Escurridizo decidieron
cambiar.
Ambos se quedaron mirando hacia el inescrutable laberinto. Luego, Fisgón
levantó ligeramente la nariz, husmeó y le hizo señas a Escurridizo, que echó a correr
por el laberinto siguiendo la indicación de Fisgón, seguido por éste con toda la
rapidez que pudo.
Muy pronto ya estaban en busca de Queso Nuevo.
* * *
Algo más tarde, ese mismo día, Hem y Haw llegaron al depósito de Queso Q. No
habían prestado la menor atención a los pequeños cambios que se habían ido
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