Page 11 - UNIVERSIDAD AUTONOMA DE ICA
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Docente: Nathia Erika Castro Vilcapuma


                         No supimos nada de papá hasta el siguiente día. Aquel golpe dejó

                  una marca en su rostro y algo peor, algo que no tiene remedio, una grieta
                  en su corazón. Ella lloraba desconsolada y yo, yo no podía hacer nada…

                         Él llegó a casa y encontró a mamá llorando. Le pidió disculpas, dijo
                  que estaba muy arrepentido y prometió que no volvería a suceder.

                         Ella,  entre  lágrimas  le  rogó  que  no  vuelva  a  pasar.  Y  así  iban

                  dándose las cosas, yo estaba muy asustada de que eso vuelva a ocurrir y
                  solo deseaba que no haya más discusiones.

                         Pasaron solo días de aquella pelea entre mis padres. Una mañana

                  mamá estaba ordenando algunas cosas y buscó entre sus pertenencias y
                  no encontró su dinero. Ella, pensó que alguien había entrado a robar a

                  la casa y no, no fue un robo por otra persona, si no, por mi padre. Él
                  había tomado ese dinero para salir a beber.

                         Otra vez volvía a lo mismo…

                         A  tal  punto  de  llegar  ebrio  todos  los  días  a  casa  y  cuando  eso
                  sucedía, un pensamiento me decía que sucedería algo muy malo. Y fue

                  así, insultaba a mamá, le decía millones de cosas. Mamá, simplemente

                  trataba  de  no  hacerle  frente  para  no  causar  otra  discusión.  Pero  él
                  empezaba a golpear algunas cosas, a romper todo lo que se le cruzaba.

                         Ella muy asustada le pidió que se calme, que había una niña de

                  por medio. A él poco le importó y fue a buscar a su esposa en aquel lugar
                  de la casa donde se encontraba. Ella nuevamente rompió en llanto y le

                  decía que el prometió no volver a maltratarla, pero el cegado y bajo los

                  efectos del alcohol no le importó. La tomó por el pelo y empezó a golpearla.
                         Un golpe, una lágrima y una cara lastimada.

                         Dos golpes, una promesa rota y una ilusión.

                         Tres golpes, los sueños de una familia, destruidos…
                         Yo  no  podía  seguir  viendo  cómo  papá  lastimada  a  la  mujer  que

                  alguna vez juró amar y respetar. Así que traté de impedir eso o al menos

                  tratar de calmarlo.
                         Pero no corrí con suerte.

                         Lo tuve en frente y su mirada derrochaba ira contenida. Y no, no le
                  importó tener en frente a su hija pequeña, parecía que no  significaba
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