Page 161 - El toque de Midas
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EPÍLOGO















  Durante siglos, Ellis Island, en la bahía de Nueva York, ha marcado el camino a las “apiñonadas

  masas que anhelan ser libres”. Este punto de referencia da la bienvenida a hombres y mujeres de todo
  el  mundo  que,  atraídos  por  el  faro  de  la  esperanza  y  la  libertad,  arriban  a  “la  Tierra  de  la
  Oportunidad”.
        Sin  importar  si  estos  inmigrantes  huyeron  de  la  opresión  o  se  vieron  atraídos  por  el  Sueño

  Americano, la mayoría vio a la Tierra de la Oportunidad como un sitio para reclamar su propio
  lugar, señalarlo y crear una vida de libertad y felicidad para sí mismos y para sus hijos. Aquellos
  duros y ambiciosos inmigrantes estaban dispuestos a hacer casi cualquier cosa con tal de ganar su
  derecho a aferrarse y, con un humilde comienzo, sentar las bases para construir sus sueños.

        Hay muchos factores que tienen un impacto en el curso que toma la vida y la forma en que ésta
  se desarrolla de generación en generación. Por eso, de forma inevitable, comienzan a surgir ciertos
  patrones.  Muchos  inmigrantes  de  primera  generación  están  dispuestos  a  pagar  cualquier  precio,
  aceptar cualquier empleo y cualquier carga, si eso les da una oportunidad de afianzarse, de tener un

  comienzo. Hacen lo que sea necesario porque llegaron en busca de la oportunidad de construir la
  vida de sus sueños y darles a sus niños algo que ellos mismos nunca tuvieron. Y para eso no hay
  ningún precio demasiado alto, ningún desafío imposible ni carga demasiado pesada.
        Mientras sostienen a sus hijos en sus brazos y sueñan con las vidas que podrían llegar a gozar,

  el instinto los hace desear que sus descendientes jamás sufran las tribulaciones y el alto precio que a
  veces hay que pagar por la libertad. Los niños de esta primera generación gozan de la libertad y la
  fuerza que surgen de la certeza. Saben que sus padres sobrevivieron e incluso prosperaron y abrieron
  con una patada las puertas de la oportunidad. Por lo general es esta segunda generación, los hijos de

  los inmigrantes, quienes disfrutan de las primeras medidas de libertad que les permitirán perseguir
  sus sueños como empresarios. Todos ellos aceptan la vida empresarial y tienen la visión de una vida
  que ellos mismos construirán.
        A medida que esa primera generación empresarial ve el fruto de su labor, comienza a desear

  que sus hijos tengan algunas de cosas que ellos y sus padres nunca tuvieron. De pronto imaginan que
  sus  descendientes  obtienen  títulos  universitarios  y  gozan  del  estatus  y  prestigio  que  implica
  convertirse en doctor o abogado. El ciclo del cambio continúa y los empresarios motivan a sus hijos
  para  convertirse  en  empleados  preparados  y  bien  pagados,  como  ellos  nunca  pudieron  ser. Y  de

  pronto, el anhelo de ser libres se convierte en un deseo por obtener seguridad, aceptación y respeto.
        Como todo ciclo en la vida, a veces, hijos y nietos de esos doctores y abogados anhelan la
  promesa de oportunidad y libertad de que gozan los empresarios. Entonces desafían al statu quo, y
  con frecuencia, a sus propios padres y abuelos, para alcanzar sus sueños.

        Porque, ahí donde casi todos ven obstáculos, los empresarios ven promesa y posibilidades. En
  lugar de aferrarse a la seguridad, eligen la oportunidad, a todo costo y, a veces, en contra de todo.
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