Page 25 - LIBRETOS
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Ya habían avanzado un trecho considerable, cuando se encontraron con una encorvada anciana
                  de tétrico aspecto que, colmándoles de halagos y mimos, les invitó a vivir con ella en una sórdida
                  caverna que le servía de guarida.

                  Ganchana: Ustedes niños, tan tiernos y hermosos, van a vivir conmigo y no se arrepentirán. Van
                  a ver lo felices que todos vamos a ser, ja, ja, ja.
                  Niña: Hermano, tengo mucha hambre.

                  Apremiados por el hambre, los niños esperaron con paciencia que la vieja les regalara con algún
                  alimento. En efecto, al rato de su llegada, destapando una olla que estaba sobre la “bicharra”,
                  les dijo:

                  Ganchana: ¡Sírvanse estas papitas, siquiera!…

                  Los niños hambrientos, tomaron con premura sus papas, pero quedaron mudos y compungidos
                  al comprobar que las tales papas no eran sino unos duras y pulidas piedras.

                  Ganchana: ¿Por qué no comen mis papitas?…

                  Niña: Son collotas, abuelita!

                  Ganchana: ¿Cómo que collotas? –Gritó la mujer con su bocaza desdentada y hedionda.

                  Indignada cogió una piedra que, a la suave presión de sus manos sarmentosas, se abrió como si
                  fueran auténticas papas. Y le dijo a la niña

                  Ganchana:  Hace  mucho  frío.  Esta  noche  yo  dormiré  con  tu  hermanito  y  tú  dormirás  sola.
                  Niña: Ya, abuelita. Aceptó la niña, inocentemente.

                  Hacia la medianoche, la niña que apenada de su suerte no había podido conciliar el sueño,
                  escuchó un sordo quejido de su hermanito.

                  Niño: ¡Ananauuuuuuu! La vocecita se hacía escuchar muy quedo.
                  Niña: ¡Abuelita!
                  Ganchana: ¿Síiiii?
                  Niña: ¿Qué le ocurre a mi hermanito?…
                  Ganchana: Nada, nada. Sólo le estoy sacando los piojos y las liendres de su cabecita… ¡Tú,
                  duerme tranquila y en silencio!…

                  Muchas veces más se quejó el niño durante la noche. Ante las preguntas de la angustiada niña,
                  la vieja le daba respuestas evasivas y amenazadoras.
                  Al amanecer, la vieja fue a la cama de la niña, la sacudió para que despertara. y le dijo

                  Ganchana: ¡Despierta haragana, despierta!…¡Ya es de día!.
                  Niña:  ¡Bien,  bien  abuelita…  y…  ¿Mi  hermano?  Preguntó  la  niña,  fingiendo  despertarse.
                  Ganchana:  Tu  hermanito  es  muy  tierno  y  aún  duerme;  ¡déjalo  así,  que  descanse!.
                  Niña: Ya, abuelita.
                  Ganchana:  Entretanto,  tú,  toma  esta  canasta  y  trae  agua  del  puquial.  Yo,  como  lo  hago
                  diariamente, buscaré algo de comer.

                  Abrumada por un negro presentimiento, la niña predijo que se encontraba ante la “Achkay”,
                  cruel y maligna bruja devoradora de niños, a la que todos conocían como la Ganchana. Con gran
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