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Ganchana: Ahora súbeme señor rápido me matan las ansias de verte.

                  Así ocurrió. Entre bruscos tirones, fue ascendiendo. Ya había pasado las nubes, cuando alcanzó
                  a oír un ruido peculiar del ratón al comer sus alimentos.

                  Ganchana:  ¡Cuidado, cuidado “ucush”!… ¿creo que te estás comiendo mi cadena de oro?… –
                  gritaba la vieja

                  El ratón no le hizo caso siguió con lo suyo porque la bruja le caía muy mal y después de un buen
                  rato, la vieja volvió a escuchar el mismo ruido y enojada tronó:

                  Ganchana: ¡Cuidado no más desgraciado “ucush”!. ¡Te conozco!
                  Más tarde, de nuevo.}

                  Ganchana: ¡Maldito “ucush”!… ¡tus dientes te voy “apachurrar”!

                  La soga se había adelgazado tanto que finalmente se rompió estrepitosamente. Al caer, la vieja
                  gritaba frenéticamente.

                  Ganchana: ¡Sobre la “pachpa” nomás¡!Sobre la “pachpa” nomáaaaas!

                  Y sobre la hierba, como lo pedía, cayó la bruja haciéndose pedazos. Su sangre que saltó a muchos
                  kilómetros a la redonda, se convirtió en espinas. Desde aquella vez, sobre las pampas serranas
                  abunda el “ucushcasha”, que es la espina de ratón.

                  En cambio, cuando la niña llegó al cielo, fue recibida por Dios que cariñosamente le hizo entrega
                  de un hermoso cofre para que en él guardara los despojos de su hermanito hasta el momento
                  en que el Señor le diera el soplo divino que le devuelva la vida.

                  DIOS: Toma este cofre, ´pero no deberá ser abierto por ningún motivo hasta que yo te lo diga.
                  Niña: Esta bien.

                  No obstante, la gran alegría que le deparaba estar en los cielos, extrañaba en demasía a su
                  hermanito. Un día, desobedeciendo las órdenes de Dios, abrió el cofre para verlo y, al momento,
                  su hermanito se convirtió en un perrito lanudo.
                  Niña: Perdóname hermanito, por no hacer caso a Dios, ahora por mi culpa te convertiste en un
                  perrito.
                  Niño: convertido en perro le ladraba y movía la colita como diciéndole, que estaba feliz de verla.

                  Desde entonces, cuando se mira con mucho detenimiento a la luna llena, muy claramente se
                  puede distinguir a la niña tejiendo y, al lado de ella, al perrito lanudo.
                  Miren con detenimiento la luna llena y la verán.

                  FIN
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