Page 260 - Donde termina el arco iris
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CECELIA AHERN Donde termina el Arco Iris
KATIE: Jesús, Alex, anímate. Bueno, te dejo, que tengo que arreglarme para la cena.
Tiene un mensaje instantáneo de: ROSIE
ROSIE: Hola, vieja, ¿qué estás haciendo?
RUBY: Estoy sentada en mi mecedora, tejiendo. ¿Qué más? No, Gary, María y los niños
acaban de irse y estoy reventada. No puedo correr tras ellos como solía.
ROSIE: ¿Acaso quieres realmente ir tras ellos?
RUBY: No, y los músculos agarrotados son una excusa perfecta para no jugar al
escondite. ¿Qué andas haciendo tú?
ROSIE: Tomándome un respiro. Llevo horas quitando el polvo que dejaron los paletas.
Francamente, ¿es que no han oído nunca la palabra «aspiradora»?
RUBY: No, y yo tampoco. ¿Es un invento nuevo? ¿Cómo ha quedado el ala nueva?
ROSIE: Es fantástico, Ruby, ahora tendré mucha más intimidad. Puedo quedarme en
mi parte de la casa y los huéspedes en la suya. He decorado una habitación
siguiendo tus gustos para que sea la tuya cuando vengas. Dime cuándo vas a
venir. Esta noche salgo con Sean.
RUBY: ¿Otra vez? Bueno, no sé de qué me extraño, empieza a ser habitual.
ROSIE: Es un hombre encantador y estoy muy a gusto con él. Aunque la casa siempre
esté llena de extraños, a veces me siento sola y resulta agradable reunirse con
alguien de vez en cuando.
RUBY: Sé a qué te refieres. Parece todo un caballero.
ROSIE: Lo es.
RUBY: Me he enterado de que el matrimonio de Alex se ha acabado.
ROSIE: Ruby, ¿cómo va a terminar ese matrimonio si a duras penas puede decirse que
comenzara? Desgraciadamente para él.
RUBY: ¿Qué sientes?
ROSIE: Me apeno por él. Me alegro por él.
RUBY: Ahora puedes decirme la verdad. ¿Qué sientes realmente?
De: Katie
Para: Rosie
Asunto: Oh, mamá
Oh, mamá.
Oh, Dios mío, mamá.
Ha ocurrido algo de lo más extraño.
No me había sentido tan... rara en toda mi vida.
Ayer pasé la noche más increíble de mi vida. Me encontré con Toby y fuimos a
cenar al restaurante Raúl, en la parte vieja de la ciudad. Para llegar allí tuvimos que
subir por una cuesta muy empinada de adoquines donde vi a las mujeres de aquí,
vestidas de negro de la cabeza a los pies, sentadas en sillas de madera delante de sus
casas para disfrutar del fresco y el silencio del atardecer.
El restaurante sólo tenía unas pocas mesas y como éramos los únicos turistas,
me sentí un poco intrusa, pero la gente que lo lleva es muy simpática y el ambiente
muy cordial. Por desgracia, mi trabajo no me deja disfrutar con frecuencia de esta
parte de la isla.
El director del hotel de Toby fue quien le recomendó el sitio y desde luego
acertó: estábamos en lo alto de una colina con la isla a un lado y el mar al otro. El aire
era templado, las estrellas titilaban, un hombre tocaba el violín en un rincón. Parecía
una escena sacada de una película, sólo que era mucho mejor porque era real y me
estaba ocurriendo a mí.
Charlamos y charlamos durante horas hasta mucho después de haber
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