Page 339 - Luna de Plutón
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—¡Eh! ¡Knaach! ¡Vamos a aplastar gusanos ácidos! ¿Vienes?

       El  león  se  asomó  por  la  ventana.  Hathor,  con  los  cabellos  por  debajo  de  sus
  hombros, los cuales le conferían una apariencia salvaje, y haciendo honor a su nueva

  estatura, tenía un pie sobre el primer peldaño del tractor de su padre.

       —Más tarde —contestó—. Le pediré a Tepemkau que me lleve.

       —Bien, ¡pero no tardes!
       El león suspiró, observando el último párrafo que había registrado mentalmente en

  la registradora de memorias. La dejó a un lado de la cama y salió fuera de la casa.

       Las  praderas  de  Titán  eran  tan  hermosas  y  verdes  como  siempre;  la  silueta  de

  Saturno se dibujaba transparente, inmensa, cubriendo parte del cielo desprovisto de
  nubes. Caminó por largo rato, con la brisa fresca de los campos acariciando su melena

  hasta una lejana colina, su lugar predilecto, donde podía estar a solas consigo mismo y

  pensar por largo rato. Ascendió por ella, en silencio, y una vez en la cima, se sentó,
  observando  el  horizonte  y  dando  rienda  suelta  a  sus  memorias,  recordando  las

  aventuras que cambiaron su vida y a la amiga con quien las compartió.
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