Page 6 - Historia de México I
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Capítulo muestra
certificado de no ser de “mala raza”: carecer desde cuatro generaciones atrás de antepa- sados moros o judíos. Se obtenía el certificado con base en declaraciones de varios testi- gos conocedores de los sospechosos. El estereotipo de pureza de sangre fue traído de España. En la Nueva España se aplicó básicamente para hacer una separación tajante entre los nobles, peninsulares, y las demás personas. Además, la división social se basaba en separar blancos y no blancos.
Peninsulares
Se conocían con el nombre de peninsulares los españoles habitantes de la Nueva España, pero nacidos en España, de padres españoles. Su “limpieza de sangre” les daba derecho a acaparar los principales puestos políticos y religiosos. Por ejemplo, un criollo (como Hidalgo) y un mestizo (como Morelos), no obstante ser sacerdotes, no podían ser obis- pos. Únicamente los peninsulares podían desempeñarse como maestros de los gremios, que eran las organizaciones económicas y religiosas; asimismo, solamente ellos ocupaban puestos altos en una Audiencia, un consejo que asesoraba al virrey.
En el siglo xviii la monarquía española aplicó tanto en España como en el virreinato de la Nueva España una serie de cambios administrativos, conocidos como reformas bor- bónicas, con el propósito de que la casa de Borbón tuviera el control real sobre todo el imperio, es decir, sobre el territorio de la España peninsular y los territorios de sus colo- nias americanas. Así, en estos y en aquel los monarcas borbones impusieron ministros que fueran más eficientes, entre otros fines, para mejorar las finanzas disminuyendo la corrupción y la evasión de impuestos. Las reformas borbónicas favorecieron a los penin- sulares, pues reforzaron la medida de que solo ellos tenían derecho a ejercer puestos po- líticos y administrativos en la Nueva España.
Los peninsulares constituían el grupo más reducido, pues apenas integraban 0.2% de la sociedad novohispana. A pesar de su inferioridad numérica, el sentimiento de que eran superiores estaba arraigado no solo en ellos sino, también, en los otros grupos sociales, sentimiento reforzado por los títulos de nobleza (marqués, conde, vizconde, señor) que les expedía la Corona.
La sociedad virreinal los consideraba de linaje noble y, por ende, honorables y mere- cedores de privilegios. Linaje, honor y privilegios fueron factores que incrementaron la ya existente segregación social en el virreinato. Los primeros en reaccionar en contra de ello fueron los criollos.
Criollos
Hijos de padres españoles peninsulares, pero nacidos en América, los criollos formaban aproximadamente 16% de la población virreinal; la mayoría habitaba en las ciudades. Pese a que criollos y peninsulares tenían lazos de unión, al paso del tiempo se fueron distan- ciando a consecuencia de la desigualdad política, social y económica entre ellos. Surgió el criollismo, que colocó lo americano por encima de lo español. La Independencia abrió a los criollos la posibilidad de llegar a ser el grupo con más poder político y económico (se convirtieron en dueños de haciendas, negocios comerciales y hasta minas).
Se decía que un criollo no era de “sangre limpia” si lo había amamantado una nodri- za negra o mulata (lo cual era muy común en esa época), pues, según se creía, esa nodriza le había trasmitido impureza racial por medio de la leche.
Al no ser de “sangre limpia”, tampoco eran honorables y, por tanto, les era difícil as- cender en la escala social; lo conseguían cuando estudiaban carreras en los colegios o la universidad, o cuando ocupaban puestos políticos. Ocasionalmente pudieron comprar títulos nobiliarios. Por ejemplo, algunas criollas adquirían el estatus de honorables cuan- do, pagada una dote muy cuantiosa a un convento femenino, se hacían monjas.
Únicamente las peninsulares y las criollas podían convertirse en monjas, algunas de las cuales llegaron a ser tan ricas que dentro de los conventos tuvieron esclavas a su servicio.
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