Page 123 - Cementerio de animales
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verdad. Os echo de menos.
               —¿Quieres decir que no estás disfrutando de tus vacaciones sin la "troupe"?
               —Oh,  el  silencio  se  agradece  —reconoció  él—.  Pero,  después  de  las  primeras

           veinticuatro horas, empieza a pesar.
               —¿Me dejas hablar con papá? —Era la voz de Ellie, distante.
               —¿Louis? Aquí está Ellie.

               —Está bien, que se ponga.
               Estuvo hablando con Ellie casi durante cinco minutos. Ella le contó que su abuela
           le  había  comprado  una  muñeca,  que  el  abuelo  la  había  llevado  de  visita  a  los

           almacenes («Chico, qué mal huele aquello», dijo y Louis pensó: «Pues tu abuelito
           tampoco  es  una  rosa»,  rica),  que  había  ayudado  a  hacer  pan  y  que  Gage  se  había
           escapado mientras mamá le cambiaba. Echó a correr por el pasillo y se coló en el

           despacho del abuelo («¡Bravo, Gage!», pensó Louis sonriendo de oreja a oreja).
               Ya pensaba que iba a librarse —por lo menos, por hoy— y se disponía a decir a

           Ellie  que  pasara  el  teléfono  a  su  madre  para  despedirse  de  ella,  cuando  Ellie  le
           preguntó:
               —¿Cómo está Church, papi? ¿Me echa de menos?
               La  sonrisa  se  borró  de  la  cara  de  Louis,  pero  él  respondió  con  perfecta

           naturalidad.
               —Está bien, supongo. Anoche le di las sobras del estofado y lo dejé salir. Hoy

           aún no lo he visto, pero es que acabo de despertarme.
               «Oh,  chico,  tú  serías  el  asesino  perfecto,  más  fresco  que  una  lechuga.  Doctor
           Creed, ¿cuándo vio a la víctima por última vez? Cuando vino a cenar. Tomó un plato
           de estofado, por cierto. Desde entonces no he vuelto a verle.»

               —Dale un besito de mi parte.
               —A tu gato le besas tú —dijo Louis, y Ellie soltó la risa.

               —¿Quieres hablar otra vez con mamá?
               —Sí; pásamela.
               Ya estaba. Louis habló con Rachel un par de minutos más. No se mencionó a
           Church. Él y su mujer se despidieron con el «te quiero mucho» de rigor y Louis colgó

           el auricular.
               —Listos por hoy —dijo Louis en voz alta, dirigiéndose a la habitación vacía y

           soleada.  Tal  vez  lo  peor  fuera  que  no  se  sentía  mal.  No  tenía  ni  asomo  de
           remordimientos.
















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