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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.
Tico, que así lo llamaban familiarmente, era hijo de Chapito Villarroel y Petra
Romero, ambos hijos del pueblo de Altagracia; Tico, al observar la cantidad de gente que
se apresuraban, muy cerca de aquella ventana del salón donde se desarrollaría el acto
cultural en cuestión, tratando de observar las respectivas intervenciones de los alumnos,
Tico, se sintió algo nervioso, pero respirando profundo y tomando aire con la nariz y
expulsándolo lentamente por su boca (tal como se lo aconsejó el señor Sico Marín en
alguna oportunidad), logró dominar aquel miedo escénico que quiso traicionarle.
Había gran expectativa, tanto entre los participantes del acto, como entre los
curiosos que desde la calle trataban de encontrar una buena ubicación que les permitiera ver
u oír a los actores del programa cultural. Tello Marín, por su regular estatura corpórea había
logrado una buena ubicación en la ventana que le permitía tener buena visibilidad de todo
el salón.
Tico, algo nervioso, alzó su mano derecha para pronunciar el título de aquella
poesía que le tocaba recitar: “¡A Bolívar!”, y al instante se dejó oír la voz retumbante de
Tello Marín, cuando casi con un grito exclamó “¿y no lo deja por real y medio?”,
ocurrencia que motivó las estrepitosas risas de los presentes, interrumpiéndose el acto por
un momento; felizmente la intervención oportuna del maestro Leopoldo Salazar Sabino, al
igual que la maestra Lucila, lograron apaciguar y controlar aquella situación y continuar el
acto que tuvo feliz término.
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