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DESCUBRIENDO MI OBJETIVO



                  Al pensar en vivencias médicas, vienen a mi mente algunas histo-
               rias que me marcaron; unas cortas, otras largas, todas importantes. Sin
               embargo, al elegir una, es la siguiente, la misma que me ha dado las res-
               puestas a varios “por qué”, respecto a cada mala noche, turno, esfuerzo,
               etc.
                  Era el año de internado y cursaba mi tercera rotación en el servicio
               de medicina interna, área de cuidados intermedios, la misma que era res-
               tringida en su acceso. Cuatro personas en estado crítico eran parte de esa
               dependencia; Carlita (nombre protegido) era una de ellas: 19 años y en
               estado de inconsciencia. Su historia había empezado un mes antes, en pa-
               labras de su madre, dentro de una de esas conversaciones que mueven el
               alma. Una adolescente sana, sin patologías previas de repente envuelta en
               esta situación. Salió de su casa acompañada de un familiar y minutos más
               tarde la atacó el dolor de cabeza, perdió el conocimiento y sin recupera-
               ción posterior, ante lo cual notificaron a sus padres quienes la trasladaron
               al hospital.
                  Emergencia,  exámenes correspondientes,  entre ellos una  TAC de
               cráneo  que evidenció  una gran hemorragia  producto  de un aneurisma
               congénito. Eran muy malas noticias dentro de un sangrado abundante y
               las horas transcurridas desde el inicio de los síntomas. La gran interro-
               gante planteada era si correspondía operar o no. Con el riesgo inherente
               ante la decisión tomada, se le realizó a la paciente una craneotomía con
               drenaje de hematoma. En lo posterior, Carlita paso algunos días en la
               unidad de cuidados intensivos, estable dentro de lo posible, por lo que
               luego se la derivó a cuidados intermedios como he mencionado y donde
               la conocí.

                  El día que ingresé a la unidad llamó mi atención. Me acerqué a ella
               y, pese a su estado, tomé su mano y le dije que, si me escuchaba, apriete
               mi mano en respuesta. ¡Lo hizo! lo cual fue inspirador. Pese al mal pro-
               nóstico general, la esperanza materializada en ese movimiento, estaba
               presente. Comenté con los tratantes lo vivido, pero no me creyeron y, por
               si algo faltara, ese fue el único día que hubo respuesta de la paciente, en
               ese sentido.
                  El cuadro empeoró con el pasar de los días, ya que la herida comenzó a
               supurar y el deterioro era evidente. Respiraba por medio de traqueotomía
               y llegó a realizar seis inspiraciones por minuto. Además, alimentada por
               sonda y usaba pañales. Ante el evento respiratorio se tomó la decisión de
               investigar qué estaba sucediendo con ella, por lo que se procedió a tomar
               cultivos que llevaron a demostrar que se había infectado de Klebsiella
               Pneumoniae Carbapenemase (KPC). A la brevedad se instauró un nuevo

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