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de disminuir el número de contagios y evitar la saturación de las salas   Esta pandemia no solo ha causado terror y muerte, sino también ha
 hospitalarias; comienza un toque de queda y el distanciamiento social es   cambiado nuestra perspectiva del sentido de la vida, como dijo Antoine
 fundamental. Lastimosamente, las medidas no logran controlar la crisis y   de Saint-Exupéry en su novela El Principito “…lo esencial es invisible a
 el sistema de salud colapsa; el personal de salud se contagia, las muertes   los ojos” . . Sin duda hemos aprendido a valorar las cosas pequeñas de la
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 son inevitables.  vida, los momentos compartidos en familia, un amanecer, un atardecer,
               un pastel hecho en casa, las sonrisas, y hasta extrañar los cálidos abrazos.
 Entonces, ¿Qué se hizo mal? ¿Qué se puede hacer mejor?
                  De alguna forma mi destino es estar en esta ciudad, ejerciendo la pro-
 He aprendido que, para tratar un problema no se debe buscar un res-
 ponsable, sino una solución. Sin duda, las medidas esenciales declaradas   fesión que amo y vistiendo la bata blanca con honor. Me siento agrade-
 para evitar la propagación del virus son correctas, es cuestión de sentido   cida por la vida y decidida por seguir ayudando a los que me necesitan.
 común; las personas en casa tienen en sus manos el control para perma-  Fuerzas  a  todos para  seguir  adelante,  estoy  segura  de  que  saldremos
               victoriosos.
 necer a salvo, depende de ellos ponerse en riesgo. Mi caso como personal
 de salud es muy distinto, no tengo elección, claramente acudir al hospital
 es lo correcto, me hace sentir que hago el bien y justamente para esto me   Autora: Md. Iliana Encalada V.
 formé.

 Me es agradable ver cómo diferentes grupos sociales se solidarizan,
 muchas empresas ecuatorianas se han unido con sus donaciones y son
 aquellos detalles los que llenan el alma; dependiendo de la posibilidad de
 cada persona, su apoyo es un granito de arena en colaboración para un
 bien común.

 Como médico, y bajo el juramento hipocrático al cual me compro-
 metí, mi deber moral es hacer todo lo que esté en mis manos para salvar
 vidas. Seguir adelante a pesar de la realidad, a pesar de tener miedo de
 contagiarme y peor aún, llegar a contagiar a mi familia; a pesar de la
 impotencia de no contar con un tratamiento efectivo o las instalaciones
 suficientes para atender la alta demanda de pacientes que llegan a ur-
 gencias por Covid-19, a pesar de sentirme agobiada por tantas irrepara-
 bles pérdidas; a pesar de todo siempre existe una luz al final del túnel, la
 esperanza.
 No tengo palabras para describir el estrés y miedo que siento. Cada
 día es una nueva batalla, pero ante esta adversidad, llevo presente siempre
 conmigo la gratitud de aquellos guerreros que al vencer la enfermedad
 son enviados a casa; la satisfacción al notar mejoría con el tratamiento
 que he instaurado; la alegría al ver aliviado su dolor; son detalles senci-
 llos, a veces fugaces e imperceptibles, a veces habituales en la profesión,
 pero para mí son la esencia y razón de mi disposición; algo tan sencillo
 como eso, causa en mi tanta felicidad.
 Es muy difícil saber que alrededor del mundo, los médicos estamos
 viviendo diferentes realidades, me siento privilegiada al tener todas las
 medidas de protección en el hospital donde laboro, admiro a los que no
 las tienen y siguen luchando cada día con valentía.  Expreso mi gratitud
 a esos médicos que partieron durante la batalla, son dignos de admirar y
 los recordaremos por siempre.  1 Saint -Exupéry, A. (2004). El principito. México D.F: Publimexi
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