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tratamiento y la lucha continuó.                                                          cuperen la salud y la sonrisa. Por momentos como este, todo vale la pena.
               Con cada opinión médica alrededor del caso la fe se desvanecía, tanto
            la de su madre que se mantuvo firme junto a la puerta del servicio con                                                   Autora: Md. Karen Achig Coronel
            sus ojos llenos de lágrimas, así como la mía ante el suceso descrito en
            líneas previas. Varios médicos hablaron con ella, en más de una ocasión,
            para quitarle la expectativa respecto a su hija y su futuro; sin embargo, se
            mantuvo sin cambios durante largo tiempo, a la par que mi rotación allí
            terminó y debí pasar a otro servicio. Pensé que no la volvería a ver más.
            La vida siguió.
               Aproximadamente seis meses después, al encontrarme en la última
            rotación que me correspondía, dentro del área de pediatría, por activi-
            dades propias del área tuve que salir a buscar pedidos. En el trayecto pasé
            por el área de terapia física ya que, ese era el camino temporal ante la
            remodelación que estaba ocurriendo en el hospital. Miré con un poco de
            curiosidad y la madre de Carlita se encontraba allí; sin embargo, por el
            apuro no pude detenerme a saludar y preguntar detalles al respecto.
               Se presentó una nueva oportunidad y decidí entrar. Para mi sorpresa,
            grata por cierto, saludé con la señora y con ella, quien también estaba
            ahí. Su madre tenía la sonrisa más grande que he visto en mi vida. Me
            abrazó, agradeció y presentó a su hija, formalmente, sumándole las pa-
            labras que mientras ella estuvo en cuidados intermedios, yo jamás me
            alejé y siempre la cuidé. ¡Qué momento!. Se la veía bien, recuperando de
            a poco su movilidad, todavía en silla de ruedas, pero sin inconvenientes
            para hablar, conversar, comer y razonar.

               ¿Cómo siguió la historia mientras seguí en las otras dependencias de
            la rotación? Su madre me comentó que Carlita había superado la infec-
            ción, dejó el ventilador, pero no despertó; y, al no poder hacer más por
            ella, se le dio el alta hospitalaria para que sea trasladada a casa, sin mayor
            posibilidad de recuperación. Así había pasado varias semanas hasta que
            el momento esperado se hizo realidad: abrió los ojos, sin hablar. Desde
            entonces ingresó al programa de fisioterapia, en el cual ya estaba más
            de un mes al momento de nuestro reencuentro, con importante avance:
            Se sentaba y comía por sí misma, mantenía conversaciones cortas; lo
            más importante, su memoria estaba conservada y también podía recordar
            cosas nuevas como fechas de citas médicas, por ejemplo.

               Fue encuentro maravilloso entre las tres.
               A veces los médicos no tenemos la oportunidad de ver el resultado de
            nuestros pacientes, y pensamos o creemos que nuestro paso por su vida
            es insignificante o rutinario; sin embargo en esa conversación comprendí
            que cada día el aporte que damos es valioso y fundamental para los pa-
            cientes, sus familiares, así como para las actividades laborales que cum-
            plimos. Por lo tanto, somos un equipo con el fin de que los pacientes re-
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