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explicaba a cada paciente lo que le iba a realizar, algunos colaboradores, algo de dulces, pero no estaban. Él mismo los había levantado y me los
otros no tanto, por dolor y desesperación; por ello, trataba de entender. entregó en ese momento.
Entre ellos, un extranjero, a quién le expliqué que sentiría un pequeño Mis compañeros quienes se encontraban en otros servicios y acudían
dolor como producto del pinchazo para la gasometría; no me entendió, y a las Interconsultas, me ayudaban a tomar muestras y pedidos, incluso los
al apenas introducir la aguja, sacó todo el repertorio de malas palabras, en residentes decidieron ayudarme con varias tareas; así, por fin, aproxima-
su idioma, para expresar su dolor; luego, no se dejaba topar y, en conse- damente a las 02h00 de la mañana, lo que creía interminable, se acabó.
cuencia, primer examen fallido. Revancha por delante, nueva gasometría, En ese momento con dolor de todo el cuerpo y cansancio extremo, me
esta vez a un adulto mayor; de igual manera, le expliqué el procedimiento senté en una gradilla a descansar un poco, fueron los minutos más repa-
a seguir, claro que él sí lo entendió, pero se repitió la historia apenas in- radores de todo el día; mientras respiraba, pensé mucho y decidí hacer
troduje la aguja: el peinado bonito me duró poco porque me agarró del las cosas más rápido, con actitud. Me alistaba desde ya, sobre la marcha,
cabello con los insultos del caso, tanto que requerí de ayuda para que me para un día normal de trabajo, esperar que amanezca para que lleguen mis
suelte. compañeros y seguir contando los minutos para ir por fin a casa.
Ante los eventos sucedidos, me acerqué al doctor a comentarle que Ese día, entendí que el internado sería como yo quisiera que sea; que
hubo dos exámenes que no pude tomarlos; su respuesta fue que yo debía habría pacientes que pongan a prueba la paciencia y la vocación, por lo
realizar todo al ser la interna de emergencia. Entre exámenes logrados y que la actitud es fundamental. También que sería una enorme fuente de
no logrados, continué sin estresarme, haciendo las cosas con calma, una experiencia en diversos campos y actividades, donde mi mejor aliado
tras otra, dejando los de esa clase para el último. sería el canguro lleno de todos los elementos indispensables para el óp-
timo cumplimiento de las funciones. Resignifiqué el concepto de des-
De pronto, mientras tomaba una muestra, me llamó con insistencia
por el citófono; la verdad, no me di prisa, ya que a veces lo hacía con canso, el cual sería solamente para asentar la cabeza unos minutos y
el fin de que llene un papel o realice un pedido; sin embargo, ante tanta comprendí que es posible pasar más de treinta y seis horas sin entrar a
insistencia dejé lo que hacía, me retiré los guantes, y acudí a la convo- la ducha, lo que hace mucho más válido y reconfortante el momento de
catoria. Me preguntó sobre el electrocardiograma de un paciente, adulto llegar a casa a dormir después de una larga jornada laboral.
y sin factores de riesgo, que entraba a quirófano de inmediato, ante lo Al final es una mezcla de sentimientos encontrados. Sí, contaba los
que busqué entre la avalancha de pedidos y le respondía que lo haría ese días para terminarlo, pero también sentía mucha nostalgia de tantas cosas
instante, sin embargo, era tarde, ya que lo debí realizar tiempo atrás y no vividas y tantas cosas aprendidas que ahora las pongo en práctica como
había posibilidad actual. médico.
Me gritó tan fuerte que el área entera quedó en silencio, todos lo escu-
charon. Fue tajante en decir que, si el paciente se moría durante la opera- Autora: Md. Daniela Benalcázar Vivanco
ción, o le sucedía algún inconveniente, sería mi absoluta responsabilidad.
Me sentí muy mal, nerviosa, asustada, abrumada de carga laboral, más
los exámenes que no pude realizar, los pendientes, que solo atiné a correr
al baño de quirófanos, producto del estrés, me encerré y me senté a llorar
desconsolada. No había comido desde el desayuno, me dolían las piernas
y espalda, poseída por el estrés. Saqué el teléfono del bolsillo y llamé a
mis padres, quienes siempre tendrán palabras de aliento y sabiduría, las
mismas que fueron cargadas de ánimo, para impulsarme a seguir, sin de-
tenerme. Limpié las lágrimas, me levanté y regresé a la emergencia con
los ojos hinchados de tanto llorar. Al verme el doctor, manifestó: “Te dije
que hoy sería la primera vez que llores”.
Para mala suerte, por correr al baño, había botado todos los pedidos
al piso; el doctor me preguntó por ellos, los busqué en mi canguro en
donde tenía también agujas, tubos de muestras aún por entregar e incluso
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