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-    “¡Adiós Dani! vas a ver que pronto te vas a sentir mejor.”                          Un año, trescientos sesenta y cinco días en aquel hospital, y bastaron
                                                                                                      unas horas junto a ella para comprender tantas cosas que ni los libros, la
               Y así pasan los días entre biometrías, malas noches, buenos amigos y
            cuentas regresivas. Me siento invencible frente a lo inevitable, la anhe-                 universidad, y varias visitas al psicólogo me permitieron aprender. En-
            lada última guardia. Aún en medio de una lista sin fin de cosas por hacer,                tendí que hay magia tanto en los inicios de la vida, junto a una madre
            me desborda la felicidad de pensar que son mis últimas horas allí, cómo                   escuchando llorar a su hijo por primera vez; como en el final de esta,
            quisiera poder acelerar el tiempo.                                                        viendo a otra decir adiós.
                                                                                                        Y que más allá de los obstáculos que se presentan en esta carrera, es
               Interrumpe mis pensamientos un:
                                                                                                      una bendición que, entre tantas personas en el mundo, podamos estar en
               “No te olvides de ir a ver a la paciente del quinto piso, está muy deli-               el lugar y momento correcto con aquellas que nos necesitan, y pese a que
            cada, no sé si pase de esta noche”.                                                       sea mucho o poco lo que podamos hacer por ellas, allí reside la magia…
               Reconozco en mí ese sentimiento que, con frecuencia me abate y es                      en el coincidir.
            la pesadumbre de enfrentar a la muerte a diario y el irme acostumbrando
            a verla ganar. Unas horas después, ya en el quinto piso, al ver sus ojos
            grandes, mi corazón se volvió pequeño.                                                                                       Autora: Md. Cristina Palacios
               -“¡Hola Dani!”, le dije.
               Me recuerda una vez más a mi hermana, y y cómo dos amigas de toda
            la vida que se vuelven a encontrar, se sintió natural que me quedara a su
            lado.

               Había esperado tanto por el final de esa noche, recreándola en mi
            mente miles de veces desde el día que llegué al hospital. Fue siempre
            el combustible que me movió hacia adelante, a continuar, en medio del
            cansancio de las madrugadas, de esa cirugía en la que no quería estar, o
            cuando después de un pase de visita me di cuenta que la humanidad no es
            necesariamente una característica del ser humano. Sí, mi última guardia.

               Y ahora a su lado no quería que se acabe.  Me pides que tome tu
            mano, y dentro de mí, le ruego a Dios que nos permita ser eternas. Sólo
            esta noche, sólo por esta vez que no llegue el mañana para perdernos
            en infinitas horas de conversación sobre ese futuro lejano que, con cada
            respiración entre cortada, se hace más evidente que no llegará. Te pido
            que intentes descansar.
               ¡Cierra los ojos y ya no te preocupes!” manifesté.
               Entre nuevas dosis de morfina y el llanto de su madre, un:

               “Doctora, gracias por todo, prométame que nunca me va a olvidar”.
               Pero cómo habría de hacerlo; y sí, es verdad que la gente sólo muere
            cuando la olvidan. Tú, mi pequeña, vivirás por siempre en la eternidad de
            mis pensamientos.
               De qué extrañas formas trabaja el destino; de pronto, allí estábamos
            las dos compartiendo, cada una a su manera, nuestras últimas horas en
            aquel lugar. Así, mientras la más grande estrella empezaba a brillar en lo
            alto del cielo con la llegada del día, la luz de otra, a mi lado, se apagó.
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