Page 90 - Libro Medicina 24/7
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actitudes y aptitudes profesionales, pero la duda y la poca claridad se- cosa en mente: dejar los miedos atrás y esforzarme hasta alcanzar lo que
guían presentes. ¿Quería realmente ser médico?, fue una de las varias me había propuesto; no tenía la posibilidad de retroceder ni arrepentirme.
preguntas que se me cruzaron por la cabeza. Mis problemas de auto- Por la tarde, llegué a casa de mis abuelitos donde fui bien recibido. Me
confianza me llevaron a considerar opciones como ingeniería ambiental, indicaron la que sería mi habitación, refugio de decepciones y triunfos,
farmacéutica, minas y petróleo, entre otras. alisté mi cama y dormí, estaba cansado por el viaje.
¿Cuándo decidí? En mi mente está grabada la forma en la que en- Lunes, me alisté, taxi y a la universidad. Estaba perdido, no sabía a
contré la respuesta a esa pregunta. En los últimos meses del año escolar, dónde ir, todo era completamente nuevo para mí y el miedo y las dudas,
el colegio donde estudié, organizó visitas a clínicas y consultorios mé- que para variar quisieron aparecer y jugarme una mala broma, se con-
dicos con el fin de observar cómo era su trabajo y los procedimientos virtieron motivación y emoción para continuar. Preguntando a la gente
que realizaban. Mientras se desarrollaba una de ellas, llegó un hombre, que pasaba llegué a la facultad de ciencias de la salud; estaba solo, sin
aparentaba ser depauperado, con una herida en su mano, sin adecuada hi- conocidos, y noté que todos los estudiantes del preuniversitario estaban
giene en general y de mal aspecto. Solicitó que se le cure su herida, pero en las mismas condiciones que yo. Era una multitud que preguntaba por
tanto el médico como la enfermera, temerosos, le negaron la atención. profesores, materias, horarios, iban y venían; todo parecía complicado.
Él exclamó que pagaría por el servicio, pero el personal hizo caso omiso Primera clase y el resto es historia. Muchos de aquellos compañeros que
y le pidieron que se retire del lugar. Una nueva pregunta surgió: ¿No es conocí ahí no lo lograron; otros nos vimos graduarnos, compartiendo,
labor del personal de salud servir a los demás? En ese instante yo quería viviendo cada buen o mal momento, unos siguieron su camino, otros se
atenderlo, pero claro, tenía 16 años, y no podía hacer nada al respecto. convirtieron en otra familia.
Con un sentimiento de incompetencia me retiré, regresé a casa, y en el Es así como todo empezó, un largo camino lleno de altibajos, con
trayecto nació la típica razón, la típica idea de ser médico para ayudar a amigos, compañeros, maestros. Para algunos puede que haya sido dife-
quien lo requiera, ante la situación experimentada.
rente el principio de su historia, pero todos tenemos vivencias y anécdotas
La decisión estaba tomada y me lo repetía todo el tiempo: ¨Me gra- que merecen ser contadas sean de pregrado, prácticas pre profesionales, o
duaré y estudiaré medicina¨…fácil decirlo. A esa edad desconocemos el durante el ejercicio de la misma, donde la responsabilidad deja de ser una
titánico trabajo que hacen nuestros padres para darnos una vida decente. obligación y se convierte en una forma de vida; donde el fracaso ayuda a
Mi sueño era estudiar en la capital, me sentía seguro de aquello, y sabía crecer, así como el éxito impulsa y motiva a mejorar.
que podía cumplir con las exigencias, pero había un problema: mi familia Puede que la razón por la que soy médico se fundamente en el pa-
no podía costear esos gastos. Así, la única opción era estudiar en otra radigma de ayudar a quien lo necesite, pero en el camino nacen otras
provincia, viviendo en casa de familiares, lo que facilitaría mucho las motivaciones que permiten seguir adelante, cumplir nuevas metas y vivir
cosas para mis padres, pero no era lo que sería, ingenua ignorancia. Eso experiencias que despejan cualquier duda; esas que llevan de regreso al
generó una discusión con mi madre, “era lo que me quedaba” me decía momento en el que emprendí el camino que decidí tomar….
ella; sin embargo, al verla con lágrimas en sus ojos me di cuenta de que
no lo hacía con mala intención, sino para verme cumplir las metas que
había trazado. Autor: Md. Andy Rodríguez
Un viernes de febrero, no recuerdo exactamente la fecha, era el último
día de inscripciones de la universidad a la que iría. De manera lamentable
no lo pude hacer, ante lo cual retrasé el inicio de mis estudios. Busqué
aprovechar el tiempo, intenté hacer un curso de enfermería, pero por ser
menor de edad no pude inscribirme; obvio, para un adolescente de esa
edad y sin experiencia no tenía mayor alternativa. De todas formas, apro-
veché, trabajé, estudié…hacía tiempo.
Domingo 6 de septiembre de 2009 llegó el momento. Con lágrimas
en los ojos me despedía de mi familia, mientras guardaba la maleta en
el carro que me llevaría a la ciudad que me vería desarrollar profesional-
mente. En el camino, dentro de la mezcla de sentimientos, tenía una sola
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