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LECCIONES EN TIEMPOS DE
CORONAVIRUS
El mirar una película donde un virus amenaza a la humanidad, oca-
sionando un caos mundial, siempre pensé que no pasaría de ser aquello
con trama barata.
Pero más allá del aroma cinematográfico, nunca pensé que viviría
algo así. Nadie en el mundo fue tan pesimista para creer que en pleno
siglo XXI, con el ser humano como dueño de tecnología y la inteligencia
artificial, en un abrir y cerrar de ojos tendría que dejarlo todo y encerrarse
porque algo microscópico, invisible y desconocido amenaza su vida.
Y obviamente, desde lo personal, bajo ningún concepto habría pen-
sado en que el peligro y la amenaza podría ser yo mismo, como cual-
quiera, ante la posibilidad de ser portador y agente de contagio para mis
seres queridos y amigos; o en su defecto, recibirlo de ellos. Tengo o te-
nemos miedo y ya no me fio de nada ni nadie; Ahora los días se circuns-
criben al no acercarme, no tocar, que no se me acerquen, que no me
toquen, entre guantes, mascarillas, inventos y creencias.
La pandemia ocasionada por el virus SARS-CoV2, el cual conlleva a
la enfermedad COVID-19, supone un reto gigantesco para todo sistema
de salud, creando incertidumbre y múltiples cuestionamientos. Además,
su alto nivel de contagio, y la vulnerabilidad de ciertos grupos etarios, le
otorga una singularidad que no deja de asustar. A su paso, plantea dudas
sobre cuál sería el tratamiento, cuáles podrían ser los mejores fármacos y
el tiempo adecuado para el uso de cada uno de estos.
Solo hay algo seguro, y es la utilidad de la ventilación mecánica,
para los pacientes que desarrollan insuficiencia respiratoria grave. Es el
caso de mi amiga Olga, compañera de quirófano, instrumentista quien
al momento de escribir estas líneas a un mes y medio del caso cero está
luchando de la mano de esta herramienta terapéutica, en la frontera de la
vida y la muerte.
Y mientras escribo, recuerdo a mi amiga Fernanda, quien sufrió el
fallecimiento de su abuelita por causa natural, con un Estado en emer-
gencia y en toque de queda; se marchó sin funeral y solamente permi-
tieron nueve personas en su último adiós…y pienso en todos los que han
perdido a algún familiar en estos días, así como que los que debieron
anular bodas, viajes, celebraciones. No menos importante, en la soledad
de muchos enfermos ingresados o en situación de aislamiento.
Más allá de todo lo que estamos viviendo, de las enseñanzas que esto
deja a diario, me pregunto con temor: ¿Será que aprendemos algo? Es
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