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que extraía de un cántaro de barro que tenía bajo
el alero, cerca de la puerta, sobre un pequeño
mueble rústico; Frente a él se encontraba la
batea, al verla sonrió y recordó el arduo labor
que fue construirla, desde conseguir el
árbol apropiado, un Palo Borracho, cortar sus
raíces y sus ramas, arrastrarlo hasta el patio de su
casa, primero dar un corte transversal, luego calar
un hueco ancho y profundo a lo largo del tronco y
al finalizar todos sus detalles, emplazarlo allí; todo
esto llevo varios día solo con hacha, machete y
pico, pero valió la pena, ya que cuando traía agua
del estero con el único caballo y el trineo, tenía
donde almacenarla para uso de su vivienda. Luego
de esto, se dirigía al encuentro de su hijo y repetía
la rutina diaria, mientras su mujer, con el mate en
una mano y la vieja pava de aluminio ennegrecida
y abollada aquí y allá, en la otra, se acercaba
para acompañarlos.
Desde que Martín (su pequeño hijo) advirtiera
el cuchillo que llevara su padre atrás, en la cintura
y bajo la camisa, no dejo de pedirle uno igual y
como este amaba al niño y no quería verlo con la
mirada triste, le tallo uno en madera dura y
pesada, una réplica casi exacta, cuidando en
detalles como su peso, tamaño y forma, tanto que
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