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después de hacerle una vaina de suela como la
suya, parecían cuchillos gemelos.
Luego de cenar, las horas transcurrían en el
monótono juego, que a solicitud de su hijo consistía
en batirse a duelos, ambos con sus armas dentro
de sus vainas, provocando las risas del niño y los
reproches de la madre.
Ayer por la tarde el juego fue breve, el cielo
como una crisálida mágica se abrió para dar lugar
al fuerte viento del sur, que dejo escapar música de
violines entre las ramas de los árboles, con
presagio de aguacero, esta fuerza
invisible penetro a su morada surcándola y
apagando el candil lampiú único testigo de la
reunión
familiar, con pasos apresurados, la familia
reunió las cosas ante la poca luz de los refucilos y
las coloco a tientas al lado de la cama de cada uno,
se acostaron, y al poco tiempo todos se dormían
con la vana esperanza de oír la lluvia.
Amaneció un día gris, el viento aún incesante
y fresco. Juan, como todas las mañanas, después
de tomar unos mates y preparar su bolso donde
también llevaba su almuerzo, partió hacia el obraje
donde trabajaba cortando leña.
Después de alejarse unos cientos de metros
y en un recodo de la picada, se encontró con
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