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Cada día ha visto cómo las pequeñas
boyas amarillas desaparecen rápidamente bajo el
agua, arrastrados por los plomos.
Manuel había estado sentado y quieto
esperando el momento de levantar la red cuando
llegara a la señal prefijada, solo se movía para dar
un golpe de remo y corregir el rumbo mientras sus
pensamientos lo arrastraban por los recuerdos de
leyendas oídas, escudriñando en los
comentarios hechos en días de reuniones, tratando
de descubrir la palabra, el hecho mágico o el
elemento preciso que le devolviera el don de
atrapar esas presas escurridizas.
El nuevo amanecer lo encontró,
meditando sentado en la costa, viendo cómo
su embarcación se sacudía con violencia a causa
de la tormenta que había llegado al alba.
- ¡Con esto se empeoraron las cosas! - pensó
y se dirigió a un grupo de pescadores que, como el,
sufría del mismo problema; alguno recordó a años
anteriores, cuando ocurría algo similar, colgaban
sus herramientas y se empleaban en las empresas
del lugar.
Pero él se negaba a apartarse del río,
convencido que hallaría remedio a la situación.
Después que el grupo se desmembró quedando
solo en el arenal, con don Benigno habitante de la
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