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me comuniqué, Manuel lo había puesto al tanto de

mis intenciones y con beneplácito accedió a ser mi
guía e intérprete. Ese día hicimos una cita para
encontrarnos en la bella ciudad de Nouakchott que

está enclavada en una estrecha franja fértil a orillas
del océano Atlántico.
Lo esencial de este viaje no es si había

hecho combinación en París, o si baje provisto del
pasaporte y el certificado de vacunación contra la
fiebre amarilla que es obligatoria (además me hice

colocar la de malaria y cólera), ni si hallé los
periódicos Le Cálame, Le Carrefour o Le Tribune
en el aeropuerto.
O si declaré todo el dinero que traía como es

obligatorio, que no era mucho y allí mismo convertí
los euros a ouguiyas en relación de trescientos a

uno, por consiguiente hice todo eso anterior
también.
Lo que sí es muy importante es la calidez
humana, ya que nos retiramos en grupo hasta el

lujoso bar para beber té árabe dulce con menta.
Aquí la ingestión de alcohol está prohibida por el
Islam y aunque podría haber conseguido bebidas

espirituosas en algún otro lugar, no quise comenzar
la visita infringiendo disposiciones religiosas.
Los demás estaban curiosos por los motivos

de mi arribo, a lo que alegue que estaba

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