Page 56 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar



            en maqueta) me gane la confianza de secretarias y compañeros de trabajo (tan chupa
            yo... no?) Y yo era el que me patoniaba, para traerles cigarrillos, las medias nueves o
            las onces, según el turno que tuviera. Para todos los mandados, tocaba ir a la única
            tienda cercana que existía (donde la viuda) a 3 cuadras de distancia, si querían ma-
            trimonio (era sándwich con pan blandito, bocadillo veleño y queso), tocaba ir a cinco
            cuadras, que quedaba don Pabón.


               El turno de la mañana (de 6 am a 2 pm) salia de mi casa (me acompañaba la negra)
            a las cuatro y treinta de la mañana, el bus de la empresa me recogía en la calle 72 con
            carrera 60, a las cinco de la mañana y llegaba a la planta en Fontibón (Carrera 94 #
            42 - 94) a las 5:55 de la mañana, y uno como todo huevón... debía estar uniformado
            (con chaqueta y jean) en su sitio de trabajo a las 6 en punto, esto es disciplina gringa
            señores. Yo tenia 22 años y esto me sirvió mucho para el resto de mi vida... Bueno,
            mojemos la palabra, no les parece...? Que tal un salpicón o un jugo de patilla...?  Ahh...!
            Que ricooo...!


               Ya a los dos meses (pase periodo de prueba) con berraquera y siguiendo la filosofía
            y promesa que le había hecho a Gladys, para surgir en la empresa donde me había
            recomendado.  “Gladys,  no  te  pido  mas,  sino  que  me  dejes  en  la  puerta  de
            Coca-Cola, que de ahí para dentro, yo me encargo de mi futuro...!” Y con estas
            ganas  de  surgir,  así  lo  hice.  A  los  tres  meses  ascendí  de  cargo,  me  nombraron
            “liquidador”, y ser “liquidador” en Coca-Cola no era como pensaba, jocosamente mi
            madre (Q.E.P.D) (echarle el liquido, Coca-Cola por Coca-Cola en cada botella), este
            cargo era mucha responsabilidad y cuidado. Era despachar en las mañanas, las 250
            rutas del parqueadero central de 6 de la mañana a 7 de la mañana, estilo gringo, o sea
            o’clock (en punto).


               Estas atendían Bogotá, sur y norte, oriente y occidente y municipios de la sabana,
            colindantes  del  departamento  de  Cundinamarca.  Cuando  llegaban  en  las  tardes
            (desde las 3:30 pm), debíamos contar otra vez estas 250 rutas físicamente, debíamos
            liquidarles, cuantas cajas sacaron de la planta, cuantas vendieron, cuantas devolvieron
            y así sabíamos cuanto pagaban diariamente y luego recibirles el producto de venta en
            dinero, en créditos, en obsequios autorizados etc...etc...


               Lógicamente esta labor había que aprenderla muy bien, ya que era bastante delica-
            da, se prestaba para “chanchullos” entre vendedores y liquidadores, por eso la empre-
            sa nos mantenía con buen sueldo y muy consentidos. Conmigo eramos 30 personas,
            distribuidos en dos turnos, en diciembre (temporada alta), eran tres turnos, cada uno de
            ocho horas. Cuando hacia sol radiante, era delicioso el trabajo, pero cuando llovía... Si
            les contara, era para ponerse a chillar de la piedra, muchos de los nuevos, no aguanta-
            ban el ritmo y renunciaban, en mis primeros seis meses en este cargo, intente renunciar
            mas de cuarto veces, ya que en los turnos de lluvia, llegaba a la casa a escurrir camisa,
            pantalón, medias, calzoncillos y bigote...! Afortunadamente , la negra me comprendió,




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