Page 241 - ANTOLOGÍA POÉTICA
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Sonrío al verte jugar con este trocito de madera.
                  Estoy ocupado haciendo cuentas,
                  y me paso horas y horas sumando cifras.

                  Tal vez me miras con el rabillo del ojo y piensas:
                  «¡Qué necesidad perder la tarde con un juego como ese!»


                  Niño, los bastones y las tortas de barro

                  ya no me divierten; he olvidado tu arte.
                  Persigo entretenimientos costosos

                  y amontono oro y plata.
                  Tú juegas con el corazón alegre con todo cuanto encuentras.
                  Yo dedico mis fuerzas y mi tiempo

                  a la conquista de cosas que nunca podré obtener.
                  En mi frágil esquife pretendo cruzar el mar de la ambición,

                  y llego a olvidar que también mi trabajo es sólo un juego.

                  Para que yo no te conozca tan pronto

                  Para que yo no te conozca tan pronto, juegas conmigo.
                  Me ciegas con tus repentinas risas para que no te vea tus lágrimas…
                  Conozco, conozco tu arte. ¡Nunca dices lo que quieres decir!

                  Por miedo a que yo no te tenga en lo que vales,
                  me evitas de mil modos. Te apartas de la multitud
                  para que yo no te confunda con ella… Conozco, conozco tu arte.
                  ¡Nunca vas por donde quisieras ir!

                  Como puedes más que nadie sobre mí, te callas. Me dejas
                  mis regalos con descuido juguetón… Conozco, conozco tu arte.
                  ¡Nunca aceptas lo que quisieras aceptar!


                  Gitanjali #92

                  Sé que vendrá un día en que no veré más esta tierra. La vida se despedirá de mí en
                  silencio, y me echará la última cortina sobre los ojos. Pero las estrellas velarán por la
                  noche, y se alzará la mañana como antes, y las horas se henchirán, como las olas de la
                  mar, levantando dolores y placeres. Cuando pienso en este último momento, se cae la
                  valla de los instantes, y veo, a la luz de la muerte, tu mundo, con sus tesoros indolentes.
                  Inapreciable es el más pobre de sus asientos, inapreciable la más pequeña de sus vidas.
                  ¡Váyanse enhorabuena las cosas que anhelé en vano, las cosas que fueron mías; y que
                  solo posea yo de veras lo que nunca quisieron ver mis ojos, ¡lo que siempre desprecié!
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