Page 39 - complot contra la iglesia
P. 39
casa judía de París; y también con la casa bancaria Gunzburg, firma judía de Petrogrado, Tokio y
París; y si advertimos además que los precedentes negocios judíos mantienen estrechas
relaciones con la casa judía Speyer and Co., de Londres, NuevaYork y Francfort del Meno; lo
mismo que con el Nye Banken, casa judía bolchevique de Estocolmo; comprobaremos que el
movimiento bolchevique en sí, es, hasta cierto punto, la expresión de un movimiento general
judío y que determinadas casas bancarias judías están interesadas en la organización de este
movimiento” (32).
El general Nechvolodof apunta en su obra el fuerte financiamiento judío
a la revolución comunista de Rusia:
“Durante los años que precedieron a la revolución, doce millones de dólares habían sido
entregados por Jacobo Schiff a los revolucionarios rusos. Por otra parte, según M. Bakmetieff,
embajador del gobierno imperial ruso en Estados Unidos, fallecido en París, hace algún tiempo,
los bolcheviques triunfantes habían remitido, entre 1918 y 1922, 600 millones de rublos de oro a
la firma Kuhn, Loeb and Co.” (33).
Después de estas pruebas tan concluyentes, no creo que a ninguno se
le ocurra llegar a la optimista conclusión de que hay judíos malos (los
comunistas) y judíos buenos (los capitalistas); y que mientras unos tienden a
acabar con las riquezas de los particulares y a hacer desaparecer la propiedad
privada, otros tienden a defender ambas cosas para no perder sus enormes
fortunas. Desgraciadamente para nuestra civilización el complot judío presenta
caracteres de absoluta unidad y el judaísmo constituye una fuerza monolítica
tendiente a acaparar, por medio del socialismo comunista de Marx, todas las
riquezas del mundo sin excepción.
El hecho de que –como en todas las instituciones humanas- en el
judaísmo surjan a veces rivalidades y luchas internas no altera esta situación.
Estos pleitos de familia surgen generalmente por ambiciones de mando,
aunque sean disfrazados por razones religiosas o de estrategia a seguir, pero
los bandos en pugna siempre coinciden en desear el dominio del mundo (en los
órdenes político, económico y religioso) y en que el mejor medio de lograr ese
dominio total es por medio de la dictadura socialista o comunista, que permitirá
a los judíos adueñarse de la riqueza de todos los pueblos de la Tierra.
Hoy en día, en nuestro mundo civilizado se considera el racismo como el
mayor pecado en que pueden incurrir los humanos, falta que deja perenne y
escandaloso estigma de salvajismo y brutalidad, siempre que no sea el pueblo
judío el que lo practique. Gracias a la propaganda (casi totalmente acaparada
en el mundo por los israelitas: cine, radio, prensa, televisión, editoriales, etc.),
el antisemitismo es la manifestación racista más abominable de todas. Los
judíos han hecho del antisemitismo un arma verdaderamente demoledora, que
sirve para nulificar el esfuerzo de las innumerables personas u organizaciones
que habiendo comprendido claramente cuál es la verdadera cabeza del
comunismo –pese a los disfraces y estratagemas usados por esta raza para
ocultar sus verdaderas actividades-, han querido dar la voz de alerta
horrorizados ante el ominoso fin que cada vez está más próximo.
Su labor mendaz ha sido tan efectiva, que la mayoría de los
anticomunistas queriendo acabar con el monstruo marxista lanzan sus
valerosos y decididos ataques a los tentáculos del pulpo, ignorando la
existencia de la terrible cabeza, que regenera los miembros destruidos, dirige
los movimientos y armoniza las actividades de todas las partes de su sistema.
La única posibilidad de destruir el socialismo comunista de Marx, es atacar a la
cabeza del mismo, que actualmente es el judaísmo, según nos lo indican los